RESEÑAS BREVES SOBRE MAUPASSANT DEL AÑO 2010
Contado en viñetas: Navegando con Maupassant.
«Pobre Marinero», de Sammy
Harkham (Apa-Apa), adapta un cuento de Guy de Maupassant titulado «En el mar».
Protagoniza sus páginas un leñador que decide abandonar su plácida vida para
embarcarse en una gran aventura marítima donde no faltan oleajes y tempestades.
La recreación de Harkham, original de 2004, fue incluida en el volumen «The Best
American Nonrequired Reading» de ese mismo año, y su autor, nominado al Premio
Ignatz al «Mejor nuevo talento».
Publicado en ABC Cultural el 19 de junio de 2010
Guy de Maupassant. La vida errante. Diarios de
viaje por el Mediterráneo. Traducción de Elisenda Julibert. Marbot. 269 páginas.
por Isabel Núñez
En Lasitud, el primer capítulo de esta crónica viajera, la ubicuidad de
la Torre Eiffel, que asoma a todas las calles de Paris y aparece reproducida
ad nauseam, desespera al autor. Horrorizado de las nuevas formas y del
cientifismo que sustituye las luces de la ciencia y el pensamiento por la
banalidad de los inventos y la técnica y proyecta sus sombras sobre la cultura
humanística, Guy de Maupassant (1850-1893) huye a Italia a refugiarse en la
belleza clásica y, tras recorrer Florencia, meditando sobre la sinestesia y la
locura de los poetas, en el campanario de Pisa,, donde el cementerio se abre a
un claustro melancólico a la sombra de inmensos tilos, concluye con ironía que
los italianos sí supieron dar a su país una auténtica exposición universal que
visitaremos por los siglos de los siglos.
De allí viaja a Sicilia y se hospeda en el mítico Hotel des Palmes de
Palermo, donde antes estuviera Wagner y donde años después moriría Raymond
Roussel en enigmáticas circunstancias, y Sciascia lo visitaría para
investigarlo. Maupassant encuentra el rastro de Wagner en el olor a rosas del
armario ropero del compositor.
Describe el soberbio carácter de soledad y e pobreza de la que fue una isla rica
y deseada, restituye con finura el barroquismo, la mezcla de estilos, el horror
de las minas de azufre y los niños esclavos, los volcanes, las momias y la
magnífica iglesia palatina.
Viaja a Túnez y a Argel, camino de Kairuán,y por fin atraviesa Venecia (donde
explica cómo lecturas, mitos y sueños se mezclan a la mirada viajera) e Ischia.
Es un observador sutil y apasionado, irónico y crítico, incita al viaje físico y
al viaje onírico, pero, además de su sensibilidad, revela sus prejuicios de
hombre occidental (sobre la gandulería de los árabes) y también una misoginia
salvaje que yo no había detectado en sus cuentos, como cuando afirma que las
mujeres son demasiado pequeñas para comunicarse con Dios o decide que la Venus
descabezada expresa mejor el misterio de la feminidad. Esos comentarios
contrastan con la sutileza evocadora de su genio literario - el mismo que
refulge en sus cuentos y que logra aquí páginas maravillosas, bien traducidas
por Elisenda Julibert-, y sólo revelan las contradicciones de un narrador que
supo dibujar espléndidos personajes femeninos sin despojarlos de la cabeza.
Publicado en La Vanguardia, el 10 de septiembre de 2010