RESEÑAS BREVES EN LA PRENSA 2015
Yvette.-
Guy de Maupassant tuvo la doble e inmensa suerte de no tener que escribir desde
el tiempo pequeño que compartimos con Badou (el siglo XXI y sus miserias) y a la
vez de hacerlo sin la libertad que no tuvo Sade en el XVIII. La vida literaria
de Maupassant fue desde luego mucho más creativa y rica que la vida familiar y
sentimental de Yvette, que poco a poco conoce los entresijos del amor y del
placer, y también sus bajezas y se desilusiona de algunas esperanzas sin renegar
del mundo.
Yvette es en cierto modo, aunque una narración, un reflejo de ciertas
experiencias del mismo joven escritor periodista y vividor Guy de Maupassant.
Ambos viven en un mundo mentiroso, peligroso, lleno de falsedad y de engaños,
que es lo que no parece y parece lo que no es. Esto, que en el siglo XIX podía
parecer llamativo y reservado a las cortesanas profesionales, a sus clientes y a
sus imitadores, es enormemente más llamativo en el siglo XXI, puesto que lo que
entonces fue excepcional y marginal es hoy habitual. Hoy no podría haber una
Yvette ni hay un Maupassant, precisamente porque las experiencias de Yvette son
mucho más comunes y no llamarían la atención y porque nuestras mejores plumas…
se dedican a otras cosas.
La pasión de Yvette contada por Maupassant merece sin embargo ser disfrutada a
estas alturas justo porque sólo sobre el papel tenemos acceso a ella y porque
aún la necesitamos entender para no perdernos aspectos esenciales de la vida
sentimental, afectiva y sexual. El riesgo de no leer a Maupassant es animalizar
la vida íntima y reducirla o a una casi-obligación o a una simple descarga
elemental. Un riesgo, por cierto, que la juventud corre más y más a medida que
lee menos y menos… lo cual convierte tanto este libro de Badou como el de
Maupassant en magníficos regalos para cualquiera de nuestros amigos
adolescentes, digamos entre los 15 y los 45 años, o un poco más allá incluso.
¿Piensa usted que exagero? Pasee el sábado por la noche y cuénteme que ve usted
y qué escucha, en detalle. No sea usted puritano ni clerical, entienda que el
amor humano existe, y que a veces se expresa en sexo, y que eso no debe
reducirse a lo más bajo pero tampoco quedarse en lo más falso. Hay ilusiones, y
sólo perdiéndolas nos convertimos en simples objetos de carne. Nosotros ya no
pensamos que la mujer deba dejar de ser ella misma cuando ama… pero empezamos a
ver que la liberación de la mujer mal entendida (como la del supuesto hombre,
por lo demás) sólo ha traído un rebajamiento de lo humano a lo zoológico que
sólo a materialistas muy militantes puede complacer. Para ellos, si no quieren
gozar de estos dos magníficos regalos literarios, Ediciones de Cristiandad ha
editado un divertido "Adán y Eva después de la píldora". Puede que a ellos les
baste. Otros queremos más y mejor, y gozando de la vida no huyendo de ella como
Maupassant.
El chismógrafo (digital), 21 de febrero 2015.
Pascual Tamburri Bariain
La verdad de Guy de Maupassant
Guy de Maupassant, otra vez. Acostumbro a no perderme cualquier rescate
del escritor francés, pues sé que tendré diversión asegurada. El doctor
Héraclius Gloss (Periférica), con traducción de Manuel Arranz, es una novela
breve y póstuma, que se publicó por vez primera en 1921, veintiocho años después
de la prematura muerte de su autor. Sin embargo, es una obra de juventud,
escrita a los 25 años, hacia 1875, anterior, por tanto, a la revelación de
Maupassant (1850-1893) con Bola de sebo (1880), a la maestría consumada de Bel
Ami (1885) y, en fin, a la catarata de sus formidables cuentos galantes y de
horror.
Si en Los domingos de un burgués en París, publicada por la misma editorial,
Maupassant se mofaba de las doctrinas saludables e higienistas y de los
principios de la democracia liberal, en esta ocasión se burla de la búsqueda
denodada de la verdad. De la Verdad con mayúsculas, cabría decir.
El relato tiene como protagonista a un doctor –nadie sabe en qué-, a un
extravagante universitario solterón –aunque amancebado con su sirvienta, se
sugiere- que no puede evitar perseguir el conocimiento de la Verdad Absoluta
(más mayúsculas). Es un personaje, podríamos decir, en la estela de los sabios,
científicos o filósofos locos –o que dan en locos, como le sucedió al mismo
Maupassant-, que surgieron notablemente en las novelas del XIX, fruto en parte
de las agitaciones del Romanticismo y contemporáneos del auge de la ciencia.
Algunos de ellos descollarían en la narrativa de ciencia-ficción y, más tarde,
en el cine.
El viaje a la locura del doctor Gloss se inicia con su entusiasta adhesión a la
metempsícosis, doctrina que cree en la transmigración de las almas y que, en
Occidente, ya fue formulada por algunos pensadores griegos como Pitágoras,
nombre, por cierto, con el que Maupassant bautiza al desgraciado perrillo de
Gloss.
Conseguido un valiosísimo manuscrito que fundamenta la metempsícosis, Gloss se
adhiere a la teoría que señala que las almas no sólo transmigran entre humanos,
sino que pasan temporadas en los cuerpos de los animales, siendo éstos en tal
situación hombres y mujeres que, bajo la condición de bestias, están expiando
temporalmente las faltas cometidas en una anterior vida humana.
No debo revelar aquí el medido y disparatado desarrollo del relato, ni los giros
sorprendentes que toma debido al creciente extravío del doctor Gloss, pero no
puedo renunciar a indicar que el infortunado sabio acaba conviviendo en su casa
con un mono y con decenas de bichos, al tiempo que prescinde de las delicias de
comer carne de animales. Digamos que, en este punto, Maupassant juguetea con
sorna con las recién expuestas tesis evolucionistas de Charles Darwin y se
carcajea de las ascendentes prácticas vegetarianas.
Cuando las neuronas de Héraclius Gloss comienzan a patinar significativamente,
el doctor hace una solemne declaración a sus dos principales y atónitos amigos,
nada menos que el rector y un decano de la universidad. Les dice: “La verdad es
una sola, y con vuestro eclecticismo no conseguiréis jamás más que una verdad
hecha de piezas y fragmentos. Yo también he sido ecléctico y ahora soy
exclusivista. Lo que busco no es un descubrimiento a medias, sino la verdad
absoluta”.
Ni qué decir tiene que El doctor Héraclius Gloss es una sátira mordaz tanto de
la pretensión de que existe una verdad absoluta como de los inconvenientes que
acarrean su búsqueda y la obligación de vivir, caso de pensar que se ha
encontrado, bajo sus inevitables dictados. La cuestión tiene, desde hace siglos
y siglos, una actualidad constante, pues no cesa la tensión entre el impulso de
descubrir y acatar una presunta verdad absoluta y la tendencia al eclecticismo
o, dicho de otro modo, a proporcionarse un menú largo y estrecho de convicciones
parciales, tomadas de aquí y de allá, para, con lo uno o con lo otro, pisar
suelo e ir tirando.
Publicado por Manuel Hidalgo . El Cultural de El Mundo, 24 de febrero de
2015.
La Erudita ignorancia.
Un rescate más que debemos a Editorial Periférica: una novela de
juventud de Guy de Maupassant, escrita hacia 1875, a sus 25 años, antes de
conseguir la fama, pero que sólo se publicó póstuma, en 1921: El doctor
Héraclius Gloss. No conozco edición suelta anterior de esta obra,
en castellano.
Guy de Maupassant es uno de los grandes naturalistas franceses, influido por
Flaubert, el gran genio. En el relato breve, ocupa un lugar de primerísima fila,
junto a maestros como Chéjov y Poe.
Esta novela corta, de un centenar de páginas, pertenece a un género no muy
cultivado en España (don Juan Valera y Clarín podrían ser felices excepciones),
el cuento filosófico, con antecedentes en el mundo clásico y en Voltaire. Éste,
en concreto, recuerda bastante a una obra maestra de Flaubert, Bouvard et
Pécuchet.
Comparte con ella el escepticismo más pesimista. Un doctor –en realidad, sin
título académico alguno– se empeña en buscar la verdad absoluta a base de
lecturas desordenadas. Discute con dos amigos, el decano y el rector, para
encarnar tres actitudes: el eclecticismo, la revelación y la digestión de las
distintas doctrinas. Cuando, por casualidad, descubre un antiguo manuscrito, se
adhiere fanáticamente a la metempsícosis. Eso le lleva al culto a los animales,
como templo donde habita temporalmente un alma humana... hasta que comprueba su
crueldad. Esa locura le impulsa a querer salvar a un gato, antes que a un niño.
(¿Nos suena ese fanatismo?). Todo desemboca en un círculo de necedad que
fatalmente se repite...
Una obra literaria menor por sus dimensiones pero escrita con maestría, como es
propio de Maupassant. Y una reflexión melancólica sobre el océano de la
estupidez humana, cuando el sentido común y el vitalismo no moderan los
excesos de la falsa erudición...
Guy de Maupassant: El doctor Héraclius
Gloss, Cáceres, Editorial Periférica, 2015, 102 págs, 14'95 euros. ISBN:
978-84-16291-09-0.
Andrés Amorós. Libertad Digital.com. 20 de marzo de 2015.
He vuelto a leer estos días El Horla, un magnífico cuento de Guy de Maupassant. El autor se introduce en la mente de un personaje que se siente invadido por un ser de otro mundo que se alimenta de su sangre y poco a poco va conquistando su espacio, vida y quehaceres. Utiliza la técnica del diario para narrar todo lo que acontece. Y día a día, también, algunos vamos sintiendo cómo la perversión sentimental de los independentistas catalanes está vadeando el cauce lluvioso del otoño. Han llegado al paroxismo de todo absolutista: creerse en posesión de la verdad absoluta. Poco les importa la democracia, que ha dictado clara sentencia en las recientes elecciones catalanas: la sociedad está dividida entre unos y otros. Poco les importan el resto de los españoles, que durante años hemos contribuido a pagar sus infraestructuras, sus Olimpíadas y su repugnante tres por ciento. Han iniciado el proceso (novela de Kafka) y lapidan constantemente las baldosas del Estado. Nunca una cita de un cuento se corresponde tanto con la realidad de los secesionistas: «Hablaban de todo con claridad, facilidad y profundidad, pero de pronto su pensamiento chocaba contra el escollo de la locura y se hacía pedazos, volaba en fragmentos y se hundía en ese océano siniestro y furioso, lleno de olas fragorosas, brumosas y borrascosas que se llama demencia». Qué bien escribía Guy de Maupassant. En Cataluña debían leerlo. Xosé Carlos Caneiro. Voz de Galicia, 9 de noviembre de 2015.