La Correspondencia de España, 8 de julio de 1893
 

GUY DE MAUPASSANT

Necrológica

 

Lo que predijo la ciencia, lo que sus amigos y admiradores temían, ha sucedido por fin, y Guy de Maupassant, el discípulo predilecto de Flaubert, el que Zola consideraba como un compañero que competía con él, ha muerto en la casa de salud adonde le llevaron cuando se perturbó su clara y hermosa inteligencia.

Nacido en el seno de una noble familia, a cubierto de las penalidades de la vida, dotado de temperamento sano y robusto, de fisonomía simpática, reunía todas las condiciones para ser feliz.

No tuvo que luchar para darse a conocer; su primera publicación fue un triunfo, y le dio, a pesar de su juventud, uno de los primeros puestos en el cenáculo naturalista que presidía Zola y de que era el gran pontífice el autor de Salambó.

Boule-de-suif, que apareció en Les soirées de Medan con los trabajos de Zola, Huysmans, Alexis y Céard, fue por todos considerado como lo mejor del libro.

La Maison Tellier fue otro de sus grandes éxitos, y Zola consagró a este cuento, el primero de una colección que formaba un tomo, un artículo encomiástico en Le figaro, que consolidó la reputación del joven escritor e hizo que los editores buscaran con anhelo y pagasen a buen precio las obras de Maupassant.

Estas han sido muchas y notables; citaremos al azar las que nos vienen a la memoria: Une vie, Bel ami, Les termes de Mont Oriol, Le rosier de Mad. Husson, Fort comme la mort, Contes de la Bécasse, La main gauche, Pierre et Jean, Yvette, Clair de lune, Sur l’eau y varias colecciones de cuentos que forman muchos volúmenes.

En le Gaulois, en Gil Blas y otros periódicos colaboró activamente, haciendo célebres los pseudónimos de Guy de Valmont y Maufrigneuse, que usaba para sus trabajos periodísticos.

De sus estudios críticos merece citarse especialmente el que acerca de Zola publicó en 1883.

En esta labor asombrosa de un hombre joven y rico no se puede menos de admirar el talento; pero se siente un desconsuelo horrible al no hallar en tantas páginas, hermosamente escritas, nada que conduzca al espíritu a las regiones de lo ideal, ni nada que lleve al alma consuelos y esperanzas; la realidad, sólo la horrible realidad domina en todos los trabajos de Maupassant, y de la vida no recoge más que lo descarnado.

Un escritor español que ha contribuido mucho a dar a conocer en España a Guy de Maupassant, traduciendo muy acertadamente alguna de sus obras, dice hablando de ellas: «No hay aquí las escapadas al ideal que suele tener Zola cuando va al jardín paradisiaco en que cae el padre Mouret, o a aquella gran campiña por la que pasean de noche Sergio y Marta, envueltos en la túnica de la joven campesina; no hay aquí esos claros de color azul que siempre se ven aun en los cielos más sombríos pintados por Daudet, ni pasiones platónicas, ni puro romanticismo, como lo que a veces se complacen en pintar los dos Goncourt. En la obra de Guy de Maupassant todo es tierra, tierra y nada más que tierra.»

Como vivir en medio de las tristezas y amarguras de este mundo sin ideal, sin creencias y sin esperanzas, es imposible, Guy de Maupassant ha sucumbido perdiendo la razón primero y la vida después.

El amor en lo que tiene de material, y la morfina con su veneno lento, han sido sus crueles enemigos, los que al fin han triunfado sobre él. Sentimos ante su tumba, recién abierta, profunda compasión, y no hemos de decir nada que parezca censura, y nos limitaremos a copiar algo de lo que contribuya a darle a conocer.

 

Guy de Maupassant era de una familia normada. La señorita Lepoitevin de Fécamp, era bastante rica para casarse con un noble y dio su mano a monsieur de Maupassant, hombre de esprit, de corazón fogoso, derrochador y galante.

De este matrimonio nació el notable novelista, que se crió al aire libre en medio del campo, durmiendo más veces a la sombra de los árboles que bajo el techo de las habitaciones.

A la edad de los estudios, le pusieron en el colegio de Ivetot; pero allí no se sujetó a la disciplina y le expulsaron. Le llevaron a Normandía y allí conoció a Flaubert, que alentó sus aficiones literarias.

Zola cuenta en estos términos su conocimiento con el malogrado escritor:

Conocí – dice – a Maupassant en casa de Flaubert, hacia 1874. Acababa de salir del colegio; nadie le había visto todavía en nuestro rincón literario. Cuando todos los domingos llegábamos a la casa a eso de las dos, encontrábamos casi siempre a Maupassant sentado ya, que había almorzado con el maestro, a quien todas las semanas iba a leerle sus ensayos, y que le obligaba severamente a rehacer todas las frases de dudosa sonoridad. En cuanto llegábamos nosotros, se apartaba modestamente, hablaba poco, y escuchaba con el aire inteligente de un buen muchacho que toma notas.

Más tarde adquirió confianza, y nos maravillaba la narración de sus proezas. De mediana estatura, ancho de espaldas, músculos duros, sanguíneo, era entonces un terrible remador, que remaba todos los días veinte leguas en el Sena por afición. Además, era un calavera; nos contaba historias estupendas de mujeres y truhanerías galantes que hacían prorrumpir al buen Flaubert en estrepitosas carcajadas.

 

Vivía en medio del lujo; su despacho era una especie de serre adornado con preciosidades, especialmente japonesas y con las más raras plantas. Se levantaba al amanecer y trabajaba todo el día, no abriendo sus puertas a las visitas hasta las cinco de la tarde.

En cuanto terminaba alguna de sus obras, se iba al Mediterráneo y hacía grandes excursiones marítimas en Bel Ami, un yatch de su propiedad.

Durante largas temporadas desaparecía y nadie sabía nada de él. La morfina, el ether, y el ajenjo fueron minando su salud robusta y llevándole por el camino de la neurastenia a la locura.

Su muerte, dado el triste estado en que se hallaba, ha sido un consuelo, porque le ha evitado horribles sufrimientos; pero no por esto ha de dejar de causar amargura la pérdida de un hombre de tan extraordinario talento.

 

K.

 

Publicado en La Correspondencia de España, el 8 de julio de 1893

Fuente y propiedad: Hemeroteca Nacional.

Digitalizado en el presente formato por J.M. Ramos para http://www.iesxunqueira1.com/maupassant/