La Correspondencia de España, 9 de abril de 1911

 

UN LIBRO EXTRAORDINARIO

 

Maupassant juzgado por su criado

 

Acaba de publicarse en París un libro de singular interés. Titúlase «Recuerdos de Maupassant» y el autor es François, ayuda de cámara que fue del gran escritor.

Es caso no es totalmente nuevo. Ya se recordará lo mucho que, años ha, dio que hablar el libro «Itinerairo de París a Jerusalén», escrito por Julián, criado de Chateaubrinad.

Julián era más discreto y, tal vez por ello, más aburrido.

François es expansivo, indiscreto, y a veces peca por dejar rienda suelta a su atrevida fantasía.

Por lo demás, este ejemplo de François desmiente el dicho de que no hay grande hombre para su ayuda de cámara. En efecto, Maupassant es para él un ídolo y todavía se siente deslumbrado ante su grandeza.

Antes de servir a Maupassant, sirvió siempre François en casas pertenecientes al gran mundo, y no desperdicia ocasión de recordarlo.

Pocas personas trataron a Maupassant con tan afectuoso interés como él. Conoció también y admiró de cerca a Flaubert, a quien sigue dedicando rendido culto. No así a Emilio Zola, que le es francamente antipático porque hablaba mal de los criados.

«Pero ¡qué admiración– escribe M. Georges Le Cardonne! – la de François por su amo, que era, en las relaciones con su ayuda de cámara, la mejor persona de la tierra. No tiene secretos: le cuenta sus libros, sus proyectos, sus amores.¡Y qué amores! El maestro llevaba, en verdad, una vida brillantísima. Maupassant estaba siempre viajando. De París a Étretat, después a Cannes, luego a Italia y Argelia.

Según François, su amo no recibía en su casa más que condesas, cuando no altezas.

Especialmente habla el criado de Maupassant de una aristocrática dama misteriosa, a quien presenta como una sombra trágica en la vida del novelista.

Maupassant recibía un billete perfumado de aquella mujer el mismo dia 1 de enero de 1892, cuando intentaba suicidarse a bordo de su yate, y aún deja entender el ayuda de cámara que la elegantísima dama aquella apresuró el triste fin del autor ilustre de «Boule de Suif». No hay que añadir que el criado odiaba a la dama, y no se recata de manifestarlo así en su libro.

Los criados de los grandes hombres suelen adquirir celebridad cuando aquellos viven. Recuérdese a Ramón, el criado de Cánovas. Recuérdense el criado de Sagasta y el de Silvela.¿Con quién sino con Victoriano, el criado de Galdós, consulta hoy D. Benito, a quien hará ministro de Hacienda o embajador en París, cuando vengan «los suyos».

François, el ayuda de cámara de Maupassant, no ha alcanzado la celebridad hasta después de morir su amo, y precisamente por enaltecer su memoria. Andando el tiempo, los eruditos, para reconstituir los detalles de la vida de Maupassant, necesitarán acudir al libro de François. Y por haber rendido este póstumo homenaje de admiración a su amo, el criado se habrá hecho inmortal. Por donde puede verse que, a veces, esto de conseguir la inmortalidad no es cosa tan difícil.»

 

 

Publicado en La Correspondencia de España, el 9 de abril de 1911 (Madrid)

Fuente y propiedad: Hemeroteca Nacional (BNE)

Digitalizado al presente formato por J.M. Ramos para

 http://www.iesxunqueira1.com/maupassant