La Correspondencia de España, 12 de marzo de 1891
 

MUSOTTE

ESTRENO DRAMATICO

 

Hemos recibido la siguiente carta de nuestro corresponsal en París:

Paris, 5.

El estreno de anoche en el Gymnase constituye un verdadero acontecimiento literario.

Musotte, primera obra dramática del célebre novelista Guy de Maupassant, viene a ser el ideal del teatro realista.

La verdad, de que está llena la acción de este drama, no es un solo momento repugnante, por más que sea cruel en muchos casos.

El éxito ha sido inmediato. Éxito de emociones; éxito de lágrimas; éxito literario.

De una novelita de catorce páginas titulada l’Enfant, que publicó Maupassant en 1888, han resultado, con la colaboración de Jacques Normand tres actos hermosísimos.

Y sin embargo de este considerable desarrollo no hay una escena que pese, como decimos en el pintoresco lenguaje de bastidores.

Su asunto puede resumirse en pocas líneas.

Juan Martinel, pintor de talento que durante mucho tiempo juró no casarse jamás, ha cambiado de opinión y acaba de unirse en matrimonio con Berta de Petit-Pré, hija de un magistrado, de quien se enamoró rápidamente y ardientemente en los baños de mar.

Berta sabe que su marido tuvo relaciones mucho tiempo con una modelo llamada Musotte, pero Juan le ha asegurado que rompió con ella y Berta cree a Juan, porque le ama, y tiene confianza en el porvenir.

Acaba de celebrarse la boda, todo el mundo está contento, los novios van a despedirse de los parientes... cuando de pronto llega una carta de un médico anunciando que Musotte acaba de dar a luz un niño, que va a morir y que pide ver antes un momento a su antiguo amante.

Juan, siguiendo los  consejos de su tío, que recibió por error la carta, y del hermano de Berta, se decide a ir a satisfacer este último deseo de la moribunda y se marcha dejando estupefacta a toda la familia y prometiendo que su ausencia será muy corta.

Interesantísimo resulta este primer acto de exposición clarísima y en que los caracteres se dibujan con gran seguridad de líneas.

El segundo acto es exacto como una fotografía, sobrio, encantador de verdad, conmovedor en extremo. Ni una palabra que sobre, ni un personaje que diga más ni menos lo que debe decir.

La agonía de Musotte llena el acto entero.

Al borde de la tumba Musote jura a Juan que jamás amó más que a él, que el niño que reposa en aquella cuna es su hijo, y le arranca la promesa de que no le abandonará.

Musotte muere después de haberle jurado Juan no separarse de aquel hijo, cuya existencia acaso matará su felicidad, pero no le impedirá cumplir con su deber.

Es imposible dar idea de la emoción que produce este acto, cuyo ardiente realismo sobrepuja toda descripción. El corazón se oprime hasta estallar en lágrimas. ¡Pero es soberbio y magnífico!

En el tercer acto, cuando toda la familia está llena de inquietud por la tardanza de Juan, entra el tío de éste a anunciar que ha llegado y a desempeñar la delicada misión de poner a Berta y su familia al corriente de lo que sucede.

La familia pone el grito en el cielo, el padre habla de divorcio. Berta está desolada, y cuando el tío de Juan ha agotado en vano los más elocuentes argumentos, se presenta aquél y solicita una entrevista a solas con su mujer.

Cuando el talento de un escritor llega al grado que ha alcanzado anoche Maupassant, la situación más difícil llega a desenlazarse felizmente.

El dolor de Juan encuentra en realidad acentos desgarradores que poco a poco abren el corazón de Berta y Leon, el hermane de ésta, en un elocuentísimo parlamento lleno de las ideas más nobles y levantadas y de una lógica profundamente humana, da el último golpe de piqueta para abrir la brecha por donde penetra victorioso el sentimiento de la generosidad y el perdón en aquella familia irritada y afligida.

Hay tal franqueza, tan profunda verdad en este estudio de la vida real, que es imposible no rendir homenaje al mérito del escritor que ha sabido triunfar de las más difíciles situaciones y aceptar una tesis tan atrevida sin apartarse un punto de la verdad y sin seguir los procedimientos de cajón y adocenados que constituyen la verdadera decadencia del teatro moderno.

Los actores del Gymnase han dado excelente cuenta de sus papeles, y en especial Mlle Sisos ha interpretado el suyo de Musotte, en verdadera artista sin exageraciones, dentro de lo justo, de lo bello y de lo real.

¡El éxito del año!.– Ricardo Blasco.

 

 

Publicado en La Correspondencia de España, el 12 de marzo de 1891

Fuente y propiedad: Hemeroteca Nacional.

Digitalizado en el presente formato por J.M. Ramos para http://www.iesxunqueira1.com/maupassant