La Correspondencia de España, 23 de octubre de 1915

 

LA CENA DE LOS HÚSARES

 

Apolo.- Recordábamos el cuento titulado Los Reyes, de Guy de Maupassant, y deducíamos que los celebrados autores de El orgullo de Albacete habían de realizar un esfuerzo prodigioso para adaptarlo a la escena de Apolo. A nuestro entender no podía efectuarse el milagro sin prescindir en absoluto de esa ironía amarga y cruel que el gran literato francés puso en todas las páginas que dedicara al recuerdo del desastre napoleónico. Pero los Sres. Paso y Abati tienen una experiencia teatral perfecta; conocen y manejan admirablemente todos los recursos y efectos escénicos, y estas cualidades nos convencieron de que un escrúpulo fino y delicado les había llevado a declarar el nombre del escritor francés en el cartel, a reserva de hacer ellos una obra completamente distinta.

No ha sido así, y todos nos hemos equivocado. Del cuento de Maupassant hubieran hecho los autores de La cena de los húsares un boceto dramático, una página emocionante con su trágica actualidad, pero para otro escenario y otro público; mejor dicho, para otra sala, porque en Apolo los Sres. Paso y Abati tienen que presentarse siempre con su género teatral peculiar, con el que tantos triunfos les ha proporcionado; el boceto dramático, la página emocionante hubiese tenido un éxito seguro y se hubiera apoderado del ánimo de los espectadores con suma facilidad, desarrollada por autores tan expertos en las lides teatrales. Quisiéramos explicarnos cómo han incurrido en este extravío autores cómicos tan aplaudidos; quisiéramos explicárnoslo, decimos, cuando casi, casi lo adivinamos. Sí; es opinión general la creencia de que el autor cómico contempla la vida siempre con un optimismo inconsciente; el vulgo piensa que los hombres que tanto le hicieron reír son la encarnación persistente de la alegría, que en sus corazones se embota el dolor, que sus almas no tienen nieblas espesas que las rodean y las angustian. Y, sin embargo, nosotros adivinamos que esa cena de los húsares ha ido al teatro sugerida tal vez por el comentario impresionante, por la lectura de uno de los infinitos horrores que la Prensa relata en los momentos actuales. Algo que ha llegado al corazón, y que se traduce en las frases que anoche decía Moncayo representando al cura del caserío de Porterín.

Pero ya lo sabían los aplaudidos autores señores Paso y Abati; hemos de ser tan neutrales, tan neutrales en la contienda europea, que ante el peligro de salir de este estado, hay que cerrar los ojos a todo y no acordarnos de que la razón y el sentimiento nos son indispensables como hombres. Al terminar la cruel contienda, desfilarán por la escena los vistosos uniformes que hoy se desgarran, y la opereta nos devolverá con sus notas de salón a los héroes.

En la representación de la cena de los húsares sobresalió Consuelo Mayendía, que cantó de modo admirable el brindis y repitió con unánime aplauso del público todo el número, obteniendo un triunfo personal muy merecido.

Casimiro Ortas sacó todo el partido posible a su gracioso papel, y el Sr. Moncayo interpretó al viejo cura de Porterín como un verdadero actor dramático.

De la partitura de Vives se destacan un concertante y el brindis cantado por la señora Mayendía; en lo demás, no puso el maestro gran empeño para demostrarnos una vez más todo lo que vale.

 

J. DEL C.

 

Publicado en La Correspondencia de España, el 23 de octubre de 1915

Fuente y propiedad: Hemeroteca Nacional (BNE)

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