La Correspondencia de España, 24 de diciembre de 1915.

LA ESTRELLA DE OLYMPIA

 Apolo.- Llevar a escena un cuento tan leído como Bola de sebo, de Guy de Maupassant, y obtener un triunfo con la obra teatral en los actuales momentos, sin herir, ni despertar siquiera las susceptibilidades de los que in mente han hecho causa común con uno u otro bando beligerante, antes bien, uniendo a todos en el agrado del pasatiempo para que sea unánime el aplauso, sólo lo podía conseguir un autor tan profundamente conocedor del público como Carlos Arniches. En la adaptación teatral de esa página del cáustico novelista francés, Arniches supo descortezar el realismo del cuento, quitar las escabrosidades, puliendo el tipo de la mujer caída para esconder su vulgaridad y darle acentos más patrióticos, que suenan en el instante de la protesta como una dignificación.
      Pero su habilidad es mayor todavía en el desenlace, al separarse de la finalidad del novelista y de su odio al invasor. La estrella de Olympia no tiene necesidad de caer de nuevo en la vergüenza, porque la caballerosidad no puede militar en un solo bando, aunque con esta apreciación equitativa se desvirtúe un tanto el desarrollo del cuento de Guy de Maupassant.
      El primer cuadro de la obra es una admirable exposición; los tipos adquieren fuertemente el matiz cómico, tratado en cada uno
 con acierto indiscutible; se suceden los incidentes graciosos, y del diálogo brotan los chistes a granel; muchos producen una explosión de unánime regocijo, y varios arrancan el aplauso del espectador con absoluta ingenuidad.
      Los cuadros restantes en nada desmerecen del primero, que les es superior, y la nota cómica sigue predominante, cautivando con los chistes y frases ingeniosas hasta el momento de la prisión.
      Aquí el hombre de teatro transforma con su gran habilidad un final de cuento, imposible de llevar a escena, con una sencilla nota de hidalguía y caballerosidad.
      Esta es la adaptación que tan incondicionalmente acogió el público de anoche en Apolo, aplaudiendo con entusiasmo a Carlos Arniches.
      El acierto de Arniches se unió el de Rafael Calleja. El maestro escribió una partitura con números muy bien instrumentados, con intermedios descriptivos de gran brillantez y con otras páginas musicales muy bellas, que completan su labor. El dúo del tercer cuadro es de la buena escuela, y se escuchó con agrado unánime, y el rataplás se bisó, en medio de una estruendosa y merecida ovación.
      El personaje cómico más saliente está confiado a Casimiro Ortas, que lo interpreta de un modo acabadísimo. La Sra. Iglesas y el Sr. Gorgé llevaron su parte de canto muy bien y oyeron aplausos, tanto en esta como en la declamación.
      Figuran en el reparto también las señoritas Rafaela Leonís, Moreu, Nava, Perales, Sobejano, Cortés, Gavilán y Carceller, y los Sres. Rufart, Sánchez del Pino, García Valero, Román, Iabarrola, Fischer, Gutiérrez, Pacó, Llayna y Delagado; todos hicieron un estudio detenido de sus personajes, representándolos con verdadera propiedad y contribuyendo al gran éxito de la nueva zarzuela. Es justicia reconocer que el conjunto resultó superior.
      Muriel ha pintado tres decoraciones, reproduciendo en la última, si no recordamos mal, un célebre cuadro de Meissonnier.
      Se alzó la cortina muchas veces al final de la obra, y Arniches y el maestro Calleja oyeron reiteradas ovaciones.
      La nueva zarzuela permanecerá mucho tiempo en el cartel de Apolo y dará muchos llenos a este coliseo.

 J. DEL C.

 Publicado en La Correspondencia de España, el 24 de diciembre de 1915.
      Digitalizado en el presente formato por José M. Ramos González, para:
      http://www.iesxunqueira1.com/maupassant/

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