Cosmópolis, diciembre de 1919

 

LA LITERATURA NORTEAMERICANA

(Fragmento)

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Dos libros que en mi artículo anterior han despertado algún interés son los de los escritores de cuentos y novelas Ambrosio Bierce y Fitz James O’Brien. Bierce tiene su leyenda. No se sabe hoy de cierto si vive o ha muerto. Si vive todavía, debe ser muy anciano. Se batió durante la guerra civil norteamericana, y de ahí ha sacado sus admirables historias militares. Vivió algunos años en Inglaterra. He aquí el prefacio que puso a su libro de cuentos In the Mindst of Life, que apareció en San Francisco en 1891:

«Habiéndole rehusado la existencia las principales casas editoriales de los Estados Unidos, este libro se publica gracias a M.E.G. Steele, industrial de esta ciudad. Atestiguando la fe de M. Steele en su juicio y en su amigo, él servirá la principal y la más noble ambición del autor.»

Se le perdió de vista durante largo tiempo. Después se pretende que fue encontrado, ya viejo, camino de México.¿Fue a México y murió? De todos modos pasa por muerto.

Su obra es aún poco conocida de sus compatriotas, pero, en revancha, después de la nueva edición de sus obras ha recibido elogios inmoderados. Gertrudis Atherton declara que es el más grande maestro que la lengua inglesa ha producido en los Estados Unidos, con la excepción acaso de Henry James. Otro crítico sostiene que, en el genero satírico, Bierce es igual que Swift, Pope y Byron. Escribir tales cosas es perder todo sentido de la proporción y exponer a la burla la crítica norteamericana. Como escritor de lengua inglesa, Bierce es inferior a los norteamericanos Emerson, Thoreau y Hawthorne. Le falta la magia poética de que Poe revestía su prosa cuando quería.

El inglés de Bierce carece de distinción y no puede parecer bueno sino a aquellos acostumbrados a la lectura diaria de periódicos y magazines. Cuanto a los asuntos de sus cuentos, solamente diez pueden dar idea de su valor. Ponerlo sobre Poe es hacerle daño, inspirando comparaciones odiosas. Una gran parte de la literatura imaginativa de hoy deriva de Poe, como la novela policíaca, la novela pseudo-científica, la de ultratumba y la de aventuras.

Los cuentos y novelas de Bierce pertenecen a dos categorías, las militares y las otras.

Estas últimas son monótonas. Abusa del tema del hombre que mata a una mujer por celos y en seguida es perseguido por su imagen, aunque a veces saca extraños y terribles efectos. Hay en Bierce un lado de Grand Guignol, y los que escriban para este género encontrarán en sus cuentos numerosas ideas. Lo mejor de Bierce iguala sólo al The Black Cat de Poe, que no es lo mejor de éste. En el arte de crear la atmósfera del cuento no está por bajo de Poe, que es el maestro, pero sí debajo de Fitz James O’Brien, que es especialista en el terror. Las reflexiones generales de Bierce son lugares comunes. Tiene el poder de Hoffmann para evocar los medios plácidos y soñolientos de los misterios y de los horrores abominables y con frecuencia inexplicados.

Los que deseen comparar el método de Bierce al de los escritores franceses pueden poner frente a frente a Horseman in The Sky y Mateo Falcone, de Merimée; The Man an the Snake y Catalina, de Villiers de l’Isle Adam.

Los cuentos son diferentes, y nada hay que indique que Bierce ha leído los cuentos franceses. Pero los temas son los mismos, y se encuentra en ellos la misma rapidez de narración. El escritor francés al cual se aproxima Bierce más es Maupassant, aunque no es un escritor tan importante y no hubiera podido escribir ni Monsieur Parent ni Bel Ami. Sin embargo aunque Bierce comete faltas de gusto, no tiene esa vulgaridad especial de un hombre endomingado y fumando un puro, con su gruesa mano ensortijada, que se siente penosamente leyendo a Maupassant. Para las escenas que ocurren en California entre los mineros acaso Bierce ha tomado algunas ideas de su colega norteamericano Bret Harte. Bierce no es, sin embargo, nunca sentimental; no es tampoco tierno ni muy humano. Sus sátiras ignoran la piedad.

(...)

El más popular de los escritores de cuentos norteamericanos durante la segunda mitad del siglo XIX, O. Henry, era del Sur. Estando empleado en un Banco de Texas, desfalcó e hizo mal uso de los fondos que tenía confiados. Se marchó a la América del Sur, pero volvió y se entregó a la justicia, pasando algunos años en una prisión. Luego se ha pretendido que la sentencia era falsa. Una vez en prisión se puso a escribir algunos cuentos, que envió a revistas y periódicos con diversos nombres, especialmente el de O. Henry, con el cual se hizo célebre. Su verdadero nombre era Taylor. Vivió luego en Nueva York, solicitado por los editores de los magazines, y escribió algunos centenares de cuentos, que debieron producirle mucho dinero. Su éxito fue debido a una discreta mezcla de pseudo realismo y de sentimentalismo, bien conocida en Europa. La Vie Bohème, de Murger, algunos poemas de Beranger y de Francisco Coppée y algunos cuentos de Alfredo de Musset son los mejores ejemplos de este género en Francia. Era, sin embargo, la primera vez que llegaba este género literario a la pequeña burguesía de Nueva York.

Hay una manera admirable de escribir un cuento para un magazine con centenares de miles de lectores, público que no se preocupa del estilo, de la lógica o del razonamiento y que no desea más que una cosa: el corazón de la anécdota al desnudo. O. Henry se sumerge en la anécdota y comienza en seguida el diálogo. Esto es muy bueno para un magazine que se compre para ser leído de prisa y a veces distraídamente. Cuando estos cuentos se encuentran coleccionados en un volumen ya no parecen tan bien. Este fue uno de los métodos de Maupassant y acaso O. Henry se inspirase en él; sin embargo , en Francia, donde antes de la guerra el cuento en los periódicos era una verdadera institución, no faltaban escritores para esta manera de proceder. Los amigos de O. Henry tenían la costumbre de compararle a Maupassant, y parece que se ofendía mucho. He leído en alguna parte esta frase suya:

«Aborrezco que me comparen a Maupassant. Maupassant era repulsivo. En cuanto a mí, no he escrito ni una línea que pueda enrojecer a una joven.»

Si O. Henry hubiera tenido el poder de escribir algo que valiera lo que Boule-de-Suif o La Maison Tellier, se habrían encontrado norteamericanos que no se hubieran preocupado de que algo pudiera enrojecer. Verdad es que no habría encontrado editor para tales cuentos en los Estados Unidos. Espero con curiosidad que haya un norteamericano que se atreva a escribir una novela desprovista de todo sentimentalismo con la franqueza que Maupassant hubiera tenido sobre las verdaderas experiencias del soldado americano en Francia. Imagino que tendré que esperar mucho tiempo.

[...]

 

 

Fragmento del artículo La literatura norteamericana, por Vincent O’Sullivan

 

Publicado en Cosmópolis, diciembre de 1919

Fuente y propiedad: Hemeroteca Nacional (BNE)

Digitalizado en el presente formato por J.M. Ramos

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