El Globo, 25 de octubre de 1921

 

Una novela, una anécdota...

 

Hay que suscribir, simpáticamente emocionados, la afirmación de Francisco de Cossío en el Norte de “Castilla”.

Nos une a las grandes urbes, ruidosas y atrayente en su horror de vida ajetreada – cuando nos hallamos en un retiro grato – un hilo sentimental: el cartero.

Y esta mañana, fresca y deleitosa mañana de octubre, el cartero me ha traído un estimable presente de la Editorial «Prometeo», de Valencia: me ha traído «Romana Mirmault», novela de Henri de Regnier, de la Academia francesa.

«Romana Mirmault» es una admirable producción del emocionante autor de tantas buenas novelas del poeta simbolista que produjo los versos más nítidos, más llenos de misterio y de profundidad de aquella escuela brillante de la lírica francesa.

Regnier es un escritor lleno de aristocratismo, y en posesión del sentido de la poesía oculta, recatada, sincera.

No obstante, tiene una sensibilidad siempre en vibración para el cordial homenaje.

Por esto, a pesar de hallarse en las cimas, «pocos como él saben expresar cumplidamente su simpática gratitud.»

Hombre de aislamiento y minuciosa introspección, ha dejado en su nuevo libro escenas de una delicadeza exquisita, llenas de interés novelesco, de profundidad y de fuerza de espíritu.

Estas son las cualidades de Henri de Regmier: la profundada, el interés, la fuerza...

Fue este hombre en acerada ironía injusto con Guy de Maupassant.

Cuenta Blasco Ibáñez que, al morir loco el formidable autor de «Bola de sebo», Regnier consignó fríamente:

–Los viajantes de comercio están de luto. Ya no sabrán a quién leer.

No, no. No fue justo, ni quizá sincero el alelador de “El espejo de las horas” o de lo contrario, no tienen punto de semejanza los viajantes de Francia con los viajantes españoles.

Al morir Guy de Maupassant no perdieron estos señores a su autor preferido.

Porque ordinariamente –¡y tan ordinariamente!– los honorables corredores de comercio hacen las plazas, pero no tienen la menor inquietud espiritual ni literaria... Ahora, si acaso, comienzan a leer a Ortega Munilla...

 

N. HERNÁNDEZ LUQUERO

Arévalo 3-10-21

 

 

Publicado en El Globo el 25 de octubre de 1921

Fuente y propiedad de Hemeroteca Nacional (BNE)

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