La Época, 2 de agosto de 1881

 

LA PRENSA FRANCESA Y LA CUESTIÓN DE ORÁN

 

Acoge Le Temps una carta de Madrid, par trop fantaisiste, como dicen en el país del colega. Una vez más sale a relucir en ella la actitud extremada de ciertos periódicos contra Francia; la campaña de los elementos reaccionarios en este sentido, sólo por odio a la república y al Ministerio Sagasta; la igualdad de circunstancias entre las depredaciones de los carlistas y los asesinatos de los árabes... con otras vulgaridades e inexactitudes, tales como llamar liberales y demócratas dinásticos a los periódicos El Globo, El Liberal y El Progreso, indignas de una diario de la importancia y de la discreción de Le Temps.

Conceptuamos ocioso refutar sus gratuitas afirmaciones y rebatir sus ligerezas. Hemos hecho ya ver, y a nadie se le oculta en España, que la campaña de los periódicos que piensan como LA EPOCA, y son muchos, no ha sido ni contra Francia, ni contra Sagasta, ni contra la república; ha sido contra la inercia o malevolencia de las autoridades argelinas y en pro de nuestros compatriotas ferozmente insultados, y hemos pedido ya en otra ocasión al colega parisiense que para demostrarnos que debemos atender a las reclamaciones francesas con motivo de la guerra civil, como ellos a los nuestros con respecto a la insurrección argelina, que nos redacte una lista de hombres franceses asesinados, de mujeres francesas ultrajadas, de ancianos y niños franceses también martirizados, imposibilitados de huir y de defenderse, desatendidos y abandonados por autoridades legítimas y seguras, y a mayor abundamiento insultados después por la prensa del territorio donde fueron martirizados, ultrajados y asesinados.

El corresponsal del Temps habla también de los intereses de los españoles en el Norte de África, de nuestros deseos de reanudar a la primera ocasión propicia la guerra de Marruecos, y además, de los risueños deseos del Gabinete Sagasta de mantener las mejores relaciones con la nación francesa.

Seguramente que estos serán los deseos del presidente del Consejo de Ministros y los de los españoles todos; pero no es culpa nuestra si, contra esos deseos, parecen combatir los actos del Gobierno francés.

Y no es LA EPOCA, ni El Imparcial, ni ningún diario español, de esos que con tanta ligereza califica de clericales o reaccionarios el corresponsal del Temps, el que más acerbamente juzga al Gobierno republicano, a los militares republicanos y a las autoridades republicanas de Francia, sino un diario republicano, el Gaulois, que inserta en lugar preferente una correspondencia de Argel sobre los altos llanos (sur les hauts plateaux), firmada por Guy de Maupassant, que dice y declara lo que ningún diario español, a pesar de los ataques de los diarios franceses y de la política mercantil del Gabinete Ferry, se ha permitido decir ni declarar.

Y nótese de paso que los escritores franceses que han ido al África como corresponsales, libres de preocupaciones y no solicitados por intereses locales, como los escritores argelinos, todos se expresan en igual sentido y abundan en iguales conceptos.

He aquí algunos de los párrafos del artículo del Gaulois; excusamos en insistir sobre su importancia:

 

«... El tren se detiene en Saida. Es un pueblecito que semeja una aldea de Francia. En este momento parece habitado por generales solamente. Se les encuentra en todas partes: general Saussier, general Delebeclque, general Colimien, general Germain (un inválido que está siempre en cama y que ha sido enviado precisamente a un país donde se debería estar siempre a caballo), además de dos o tres generales comunes que se pasen ante la ironía de los habitantes y de los refugiados.

Entre estos refugiados[1], hay algunos que han permanecido ocho días encerrados en granjas sitiadas por los árabes, y estas granjas, destruidas hoy por los insurrectos, existirían aún si la autoridad militar hubiera enviado siquiera veinte soldados en socorro de sus enérgicos defensores.»

 

Vése aquí diariamente la prodigiosa confusión y la indecible capacidad de que fuimos testigos durante toda la campaña de Prusia. Sólo que el jefe enemigo, en vez de llamarse el feld-mariscal Moltke, se llama Bu-Amama, un simple bandido, un merodeador al frente de una cuadrilla, nada más.

...

«En la pequeña estación de Tafarna hay acampadas dos compañías de líneas. Aquí han sido matados muchos españoles.

...

He atravesado los altos llanos desde Saida hasta los Chotts. Esto es siniestro y lamentable. Los españoles que no habían sido muertos, han partido, de suerte que el tren corre durante un día entero por estas soledades sin encontrar alma viviente...»

«[2]Diríase en verdad, que esta ridícula y sangrienta insurrección ha sido hasta cierto punto favorecida, puesto que se oye a algunas personas decir seriamente, que la MATANZA DE ESPAÑOLES NO ES UN MAL. Todo esto es torcido y tenebroso. ¿Qué hay aquí de oculto?

En cuanto a los despachos comunicados por las Agencias a los diarios parisienses, son casi todos de una imprudente y asquerosa falsedad. ¿Por qué se engaña así?

...

«Toda noción de justicia desaparece desde que se pone el pie aquí: las reglas ordinarias caen, la rectitud se desconoce, la razón se escarnece... «Bebamos ajenjos, apaleemos a los árabes y engañemos a todo el mundo;» ésta parece ser la divisa de los argelinos. Sólo que cuando los árabes se enojan, son ellos los que apalean.»

 

¿El pedir ahora indemnización por la guerra civil en el Norte y en las Antillas, como hace el Gobierno francés, es política recta y noble? Responda el juicio público. Respecto a la política de la colonia franco-argelina no cabe ni la duda; la que Mr. de Maupassant nos declara con tal franqueza, lo habíamos adivinado sin esfuerzo días ha. Allí ni saben colonizar ni saben defender a los únicos colonizadores. Cuando éstos, vejados del modo más inicuo, emigran, los franceses de allí los llenan de denuestos, porque que murieran algunos, asesinados o no, poco importa: lo que importa es que los espartales, la riqueza principal de aquella comarca, no quede sin trabajadores.

Por lo demás, siempre debe servirnos de consuelo que, si hay escritores españoles que se resisten a reconocer la injusticia de Francia, hay también escritores franceses que no vacilan en confesar la justicia de España.

 

 

Publicado en La Época, el 2 de agosto de 1881

Fuente y propiedad: Hemeroteca Nacional (Biblioteca Nacional de España)

Digitalizado en el presente formato por José M. Ramos para

http://www.iesxunqueira1.com/maupassant


[1] Mr. de Maupassant alude indudablemente a los españoles.

[2] Subrayamos lo que conceptuamos más grave: la frase en cursiva está subrayada en el original.