La Época, 9 de noviembre de 1902

 

En la Zarzuela.– LA PAIX DU MENAGE, comedia en dos actos de Bernard; L’ETINCELLE, de Pailleron; L’ENIGME, de Paul Hervieu.

 

Fue la función de anoche en el teatro de la Zarzuela un espectáculo muy variado, aunque con cierta unidad en la tendencia nada moralizadora de las obras representadas en primero y último lugar. La paix du menage y L’Enigme, con la delicada comedia de Pailleron entre ambas, constituían una especie de emparedado de amarga corteza y sabrosa entraña.

La comedia en dos actos, de Bernard, La paix du menage, escrita sobre el argumento de un cuento de Maupassant, es de las obras que no pueden pasar en castellano, si se la conserva su descarado cinismo y su desvergüenza sin gracia. Representada en francés y ante un público no dispuesto a rechazar en Madrid lo que aplaudió en París, pasó sin gran esfuerzo, auxiliada por la esmeradísima interpretación de la Bartel y Le Bargy.

El asunto ha perdido mucho al pasar del cuento a la comedia. La ligereza y la gracia de Maupassant, el savoir faire del malogrado escritor, doraban bien la píldora. Bernard lo presenta en crudo, y para pasarlo en su comedia se necesitan anchas tragaderas. Para nosotros la obra resulta inverosímil; para creer en aquella resignación filosófica del marido consentidor del amante, es necesario haber nacido en Francia, Aquí, aunque hemos “progresado” no poco en este camino de la despreocupación, aún hay mucha gente, por fortuna, que se escandaliza y protesta de que la moral sea llevada por derroteros tales.

Sólo hubo conformidad en el público para apreciar el exquisito arte de la interpretación. Para la Bartel y Le Bargy fueron sólo los aplausos.

L’Etincelle fue una dedada de miel, después de la hiel servida por Bernard. La comedia de Pailleron, verdaderamente clásica, obra delicada, que no envejece en los carteles de la Comedia Francesa, representada en los salones con tanta preferencia como entre nosotros Asirse de un cabello, del inolvidable Tamayo, quitó el mal sabor de boca, dejando en el espíritu la plácida impresión del arte delicado y sano.

La primorosa comedia que proporcionó a la Croizette tan gran éxito al ser estrenada den París, y que ha suministrado a los arregladores inagotable materia para muchas conocidas obras, fue representada de una manera deliciosa. Producía la obra efecto análogo al de un grabado antiguo, empalidecido por el tiempo, que conserva siempre la frescura y la gracia que le imprimió el arte ingenuo del pasado siglo. Las exquisiteces de L’Etincelle, puestas de relieve admirablemente por la Bartel, le Bargy y la Srta. Ninove, conmovieron al público y le arrancaron grandes aplausos. Y es que el público, por tolerante que sea con el mal, se entrega siempre a lo bueno y lo honrado con mayor complacencia.

Para destruir el efecto agradable de la comedia de Pailleron se representó L’Enigme, de Paul Hervieu, charada en acción, que en su última temporada del teatro de la Princesa nos dio a conocer la Compañía de Maria Tubau. En francés, como en castellano, no gustó la obra, porque no debía gustar, y poco importaba su éxito de Paris, que no fue muy sensacional tampoco. Para aquel público estragado puede haber un manjar sabroso donde nosotros solo encontramos una bazofia indigesta. Aparte del diálogo, muy bien hecho, la obra de Hervieu, diatriba contra el matrimonio, amparadora del adulterio, sólo puede merecer el elogio de algún crítico modernista, con puntas y ribetes de libertario.

La Bartel estuvo admirable en la interpretación y muy bien Le Bargy, aunque no se acomoda a sus facultades el papel de carácter que representaba.

El teatro, como en las noches anteriores, estuvo muy brillante.

M.

 

 

Publicado en La Epoca, el 9 de noviembre de 1902.

Fuente y propiedad: Hemeroteca Nacional (BNE)

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