La Época, 11 de enero de 1892
 

OPINIÓN DE ZOLA

ACERCA DE LA LOCURA DE MAUPASSANT

 

El genio y la locura.– Herencia morbosa en la familia de Maupassant.– Antecedentes de la enfermedad del autor de «Bel Ami»

 

Un redactor de Le Matin ha celebrado una interview con Emilio Zola a fin de conocer la opinión del gran novelista respecto de la enfermedad de que es víctima el ilustre autor de Bel-Ami.

–¿Qué piensa usted – preguntó el periodista – del triste suceso que nos ha privado del talento de Guy de Maupassant?

– La noticia – contestó Zola - me ha causado profunda tristeza. Sin embargo, la esperaba, como la esperaban todos los que, como yo, conocían a Maupassant mucho tiempo hace. Todos considerábamos este suceso como cosa fatal y prevista. Por mi parte, aunque me ha producido honda tristeza, no me ha sorprendido en lo más mínimo.

Se ha vuelto a hablar – continuó el autor de Los Rougon – de la hipótesis, ya vieja y en mi concepto inútil, en virtud de la cual se supone que todo hombre de genio, y aun los espíritus simplemente superiores, están en cierto modo tocados de locura.

No sé lo que habrá de probable o verdadero en esta doctrina, aunque sí diré que me parece exagerada. No ignoro que ha sido sostenida por hombres tan eruditos como Lombroso y otros varios eminentes criminalistas. Cierto es también que se pueden citar numerosos ejemplos en apoyo de esta opinión: espíritus privilegiados, como Pascal y J.J. Rousseau, padecieron la monomanía de la persecución o análogas perturbaciones cerebrales.  Pero éstas son puras excepciones; por lo tanto, no me parece demostrado en modo alguno que el genio sea una fase, una forma de la locura. Después de todo, ¿qué es el genio? ¿Qué quiere decir esta palabra?

No–siguió el novelista después de una pausa: – hay una explicación más natural, más lógica, de la locura que padece Guy de Maupassant, locura de la cual mucho temo que no logre curarse. Esta cuasa es la ley de la herencia. Toda la familia de Maupassant, o por lo menos sus ascendientes más próximos, están heridos por la misma arma. Es una gran desgracia... una verdadera fatalidad... su padre* murió loco, y su madre, que vive todavía, sufre a menudo perturbaciones cerebrales. Guy de Maupassant es una víctima del atavismo.

No hay, pues, que buscar la explicación de su desgracia en un estado morboso. Sin duda que los placeres, los abusos de cierto género, los excesos, en una palabra, han podido precipitar la catástrofe que acaba de ocurrir; mas nada de esto es la causa directa e inmediata de ellos. Se sabe de muchas gentes que han tenido existencia más borrascosa y desordenada que la de nuestro amigo y que, sin embargo, se han visto libres por completo de aquella enfermedad. Por lo demás, Guy de Maupassant no tenía reputación de hombre excesivamente desordenado. Joven, rico y gozando además de una gran notoriedad, gustaba de divertirse. Era además un trabajador infatigable, que producía mucho, quizás excediéndose en el trabajo. El número de sus escritos lo prueba.

su carácter, particularmente en la primera época de su vida literaria, no inspiraba temor de que pudiera ser perturbado por la locura. Guy de Maupassant era bastante tranquilo, de humor poco variable, robusto y poco nervioso y agitado, bien equilibrado en la apariencia y bastante dueño de sí mismo. Había, sin embargo, en su cerebro una lesión latente que aun no se había manifestado.

El estado de calma – continuó Zola – de ciertas naturalezas no es señal de perfecto equilibrio. No son los temperamentos agitados ni los caracteres, por decirlo así, borrascosos, los que caen en la locura. Su sistema nervioso muy excitable y su morbosa sensibilidad son el origen de muchos de sus sufrimientos. Pueden llegar hasta a apetecer la condición del bruto, mas la lesión no está localizada en su cerebro, y pasan toda su vida sin ser jamás victimas de males parecidos al que sufre Guy de Maupassant.

No eran ésas las condiciones del notable novelista. Sólo últimamente comenzó a transformarse su carácter. Insensiblemente fue convirtiéndose de alegre en misántropo. Se manifestaba su pesimismo hasta en los actos más insignificantes. Le disgustaba hablar de literatura: «Eso no me interesa – solía decir con desprecio». – Jamás hablaba de la obra que traía entre manos, y cambiaba de conversación cuando recaía sobre una cuestión de arte. No hacía esto por modestia, sino por un instinto de repulsión. Me acuerdo que en otro tiempo le oí decir: «Escribo libros para ganar dinero». Entonces mentía, mentía como un normando.

Tenía ciertas manías, sobre todo por los viajes. Hablaba de pasearse en globo y de cruzar los mares y los aires. En sus últimos tiempos era intratable. No había reporter que pudiese arrancarle una sola palabra; cuanto más, respondía con monosílabos. Huía de sus antiguas relaciones y vivía completamente aislado. De las pocas personas a quien todavía trataba, era una Alejandro Dumas. Se añade también que tenía el delirio de la persecución y de las grandezas.

En fin, todo esto es muy triste – terminó Zola.– ¿Se curará Maupassant? Lo deseo ardientemente, pero no lo creo. Es una gran desgracia. De todos modos, deja detrás de sí cuatro o cinco obras que le aseguran uno de los primeros puestos en la literatura de los veinte últimos años de este siglo.

 

 

* Error del tipógrafo probablemente. Zola tenía que referirse necesariamente a su hermano Hervé, ya que Gustave de Maupassant murió en 1900, sobreviviendo a su hijo casi 17 años. (N. de J.M. Ramos)

 

 

 

Publicado en La Época el 11 de enero de 1892.

Fuente y propiedad de la Hemeroteca Nacional

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