España Moderna, julio de 1900
 

Maupassant y Bourget

 

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La escuela de Medan (León Hennique, Pablo Alexis, Huysmans, Céard) tuvo por aliado al admirable discípulo de Flaubert, Guy de Maupassant, el creador de ese género de historietas o novela-cuento, en el que, gracias a un poder de contracción casi inaudito, ha encontrado el medio de concentrar la evolución completa de un asunto en los límites de un cuento de trescientas líneas, preparando el triunfo del periodismo literario; a veces, su vigor algo seco nos recuerda las mejores páginas de Merimée, habiéndose apropiado las cualidades literarias menos brillantes pero más necesarias de Flaubert: la solidez y la claridad. Maupassant ha poseído imaginación plástica, imaginación fantástica y poder de realización admirable, sin haberse cuidado jamás de ser un escritor de ideas.

Entonces se produjo un hecho literario, igual en importancia histórica al advenimiento del naturalismo: la aparición, o más bien, el nacimiento de la novela psicológica de Pablo Bourget, que vino a satisfacer las necesidades intelectuales de numeroso público, harto ya de pinturas y lirismos naturalistas. Bourget mismo reconoce que no hace más que reanudar el hilo tradicional, citando entre sus ramos genealógicos a la señora Lafayette, al abate Prevost, y a Leclos, Constant y Fromentin, a cuya lista conviene añadir los nombre de Stendhal, Balzac, Feydeau, Chateaubriand y Sainte-Beuve. El procedimiento de Balzac es pintar los más vastos frescos de la historia contemporánea por medio de una infinita serie de menudos toques; es también el de Bourget, pero la fórmula que éste ha logrado imponer a casi todas las modernas literaturas no la debe más que a sí mismo, a su comprensión de las necesidades intelectuales de su tiempo, subordinando el interés de la fábula y el interés pintoresco al interés psicológico, y haciéndolo con plena conciencia de lo que hacía. Desde entonces, el público, acostumbrado a un fuerte alimento intelectual, no aceptará la alimentación incompleta a que antes se resignaba, y todas las novelas, a cualquier género que pertenezcan, tienen que cuidarse, para ser aceptadas, de las exigencias cerebrales del lector. El mismo Maupassant sufrió la influencia de Bourget, no siendo este uno de los menos lisonjeros triunfos del autor de Mentiras.

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Fragmento de El crimen y el suicidio pasionales de Proal.

Publicado en La España Moderna, julio 1900

Fuente y propiedad: Hemeroteca Nacional (BNE)

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