El Heraldo de Madrid, 12 de marzo de 1906

 

CRÓNICA

 

Me carga el castaño de las Tullerías, porque anualmente, en esta época, se da un bombo. O se lo dan – es igual – en un suelto que dice:

«El castaño de las Tullerías está en flor. La primavera se acerca.»

Se anuncia la proximidad de la primavera como si fuese una ganga. Para anunciarla no hace falta agarrarse del castaño de las Tullerías, porque ya se echan de ver los efluvios primaverales en los granos de la cara y en las fluxiones dentales de las gentes callejeras. La poética primavera es una explosión de diviesos en el cogote y de chichones en la boca. París sale con barbiquejo.

¡Ya está el castaño en flor!... ¡Ya está ahí la primavera con sus ronchas!... ¡Ya está ahí el Sol con sus putrefacciones!... Hasta París se vuelve loco. En esta bien soleada semana ha habido 460 matrimonios, 1248 nacimientos inesperados y 17 suicidios que se esperaban.

Primavera francesa con eclipse gubernativo. Nadie lo nota; pero hoy no hay Gobierno. Y si alguien lo nota ese no es francés, sino español. Como si tuviéramos pocas crisis en nuestra casa, a los españoles en el Extranjero nos intriga mucho las crisis políticas del vecino. ¡Estamos perdidos, clamamos en los cafés, porque somos un pueblo de políticos!, e inmediatamente después, al desdoblar los periódicos de la tierra, devoramos con los ojos la sesión del Congreso, a ver quién estuvo feliz de palabra y si hay probabilidades de crisis. ¡Pasamos la vida censurando lo que hacemos diariamente y tomándonos el pelo en familia! Por eso, según una estadística, España es el país donde hay más calvos, que no lo estarán de pensar.

¡Dios de bondad, Dios de misericordia, mi espíritu, que alguna vez se rebeló contra el destino, póstrase humilde y agradecido ante ti, porque no me obligaste a pertenecer a la clase de periodistas que siguen las crisis políticas! ¡Qué sería de mí, Dios mío, si me hubieses obligado a seguir una crisis, a mí, que de cien veces que he seguido una mujer guapa noventa y nueve me he vuelto de puro hastiado, a la mitad del camino!...

Mientras el HERALDO, siempre atento y cariñoso, viene de Madrid y me cuenta quién ha formado el nuevo Gobierno francés, panza arriba bajo un árbol, que no es un castaño, de un sendero de la encantadora Ville d’Abray leo un libro de Maupassant cuyas son estas líneas:

«Si alguna vez pudiera yo hablar ante alguien y no ante una barrera, quizás dejaría salir todo lo que siento en mí mismo, en punto a pensamientos inexplorados, relegados, desolados. Siento que me hinchan y envenenan, como la bilis en los biliosos. Pero si pudiera expectorarlos, tal vez se evaporarían, no dejándome más que un corazón ligero, alegre, ¿quién sabe?... Pensar es un tormento abominable cuando todo el cerebro es una llaga. Y tengo tantas contusiones en mi cerebro, que mis ideas no pueden moverse sin obligarme a gritar: ¿Por qué? ¿Por qué?

»Días hay que no pienso así; pero sufro lo mismo, porque pertenezco a la familia de los desollados. Pero no lo digo, no lo demuestro; creo que hasta lo disimulo muy bien. Se me cree uno de los hombres más indiferentes del mundo porque soy escéptico; pero soy escéptico porque tengo los ojos claros. Y mis ojos dicen a mi corazón: –¡Escóndete, viejo, que eres grotesco! Y mi corazón se esconde.»

Y en este momento, entrecerrando el libro para meditar la página, la primavera me parece pasadera...

 

LUIS BONAFOUX

 

Publicado en el Heraldo de Madrid el 12 de marzo de 1906

Fuente y propiedad: Hemeroteca Nacional (BNE)

Digitalizado en el presente formato por J.M. Ramos para

http://www.iesxunqueira1.com/maupassant