La Ilustración Artística, 25 de enero de 1892
 

Maupassant
(Murmuraciones europeas)

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No ha muerto, pero como si hubiera muerto, ha enloquecido, se ha muerto para el trabajo literario, un escritor de tanto mérito como el celebrado novelista y poeta Guy de Maupassant. Existe ahora una familia de filósofos, la cual, en vez de trazar tratados metafísicos escribe novelas realistas. Esa familia proviene del altísimo Balzac, que la generara con sus admirables y admirados libros. ¡Cuál diferencia entre todos estos metafísicos, los cuales, en vez de presentar caracteres abstractos por las regiones del pensamiento, presentan caracteres prácticos y vivos en los escenarios de sus relatos con mucha más filosofía que amenidad, y aquel Dumas, tan divertido y tan ameno, excelso Lope de la novela, muy menospreciado por el pedantismo al uso, pero cada día más querido ahora de los que no hemos vuelto a recrearnos, como nos recreaba él, desde su nunca bastante llorada muerto, precedida por un injusto eclipse proveniente de la eterna ingratitud con que pagan las generaciones jóvenes a los viejos que las han ilustrado con sus obras o que las han redimido con sus esfuerzos! Para leer a Dumas necesitábase únicamente saber de letra, como dicen los campesinos de quien sabe leer y escribir mejor o peor. Para leer a Flaubert, a Goncourt, a Loti, a Bourget, a Zola necesítase un curso previo de arqueología, de política, de fisiología, de ciencias naturales, de patología y hasta de obstetricia. ¡Buenos tiempo estos en que sabios como Figuier hacen de la ciencia una novela, y novelistas como el pobre Maupassant hacen de la novela luna ciencia! Hay en todo cuanto yo he leído del infeliz escritor una filosofía intuitiva que lo coloca entre los grandes observadores fisiológicos y psicológicos de nuestro tiempo. Lo que llamamos el carácter está presentado por aquella eximia pluma, no sólo en su índole moral íntima y propia, no sólo en las regiones del espíritu donde reina la libertad; en algo inferior, en el temperamento fisiológico, donde reinan tantas fatalidades orgánicas y mecánicas, que puestas como eslabones de cadena sobre las dos alas del alama, producen esta mezcla de bestia y ángel a la cual denominamos hombre. Maupassant, no solamente ha trazado sus libros, los ha vivido. Por el desgaste de su cuerpo en la vida y por el desgaste de su espíritu en la producción explico yo la enfermedad a la medula. ¡Cuán terrible caso! ¡Cómo desciende la noche sobre los infinitos espacios del pensamiento! ¡Cómo la parálisis detiene las vibraciones del divino Verbo! ¡Cómo se rompen los nervios a modo de cuerdas demasiado tirantes! ¡Cómo se trueca en delirio y fiebre la faculta por excelencia reguladora y directiva de la vida, nuestra razón! El así herido prefiere un abrazo de la muerte un descenso al sepulcro. Leyendo una vez a Julio Lematre (sic) supe cómo gozaba Maupassant de un temperamento tan fuerte y de una salud tan florida, que parecía jornalero del campo y pescador del mar. El exceso de producción ha desequilibrado sus nervios y el fatal desequilibrio ha concluido por quietarle al desgraciado la razón. ¡Qué triste cosa nuestra pobre vida!

 

Emilio CASTELAR

 

Fragmento del artículo Murmuraciones Europeas por Don Emilio Castelar.

Publicado en La Ilustración Artística del 25 de enero de 1892

Fuente y propiedad: Hemeroteca Nacional

Digitalizado en el presente formato por J.M. Ramos para http://www.iesxunqueira1.com/maupassant