El Imparcial, 2 de diciembre de 1907

 

MAUPASSANT

 

Un editor francés, hasta ahora poco nombrado, acaba de emprender la publicación de las obras completas de Maupassant, que comprenderá su correspondencia con Flaubert y muchos cuentos inéditos.

El culto del gran novelista no ha decaído en su patria, ni tampoco fuera de ella, desde los primeros libros que publicó. En el estudio que precede al primer volumen de la edición novísima se nos presenta al autor de «Pedro y Juan» como el heredero legítimo de los cuentistas medievales, cuyas cualidades de fuerza y concisa clarividencia constituyen un encanto insuperable. Lo mismo por el fondo que por la forma. Maupassant entra de llano en la tradición histórica de su país, y esta virtud anima y procura consistencia a sus narraciones vigorosas.

En la correspondencia del escritor con Gustavo Flaubert, su maestro venerado, se descubren los excesos de la contienda naturalista dirigida por Zola con recio estrépito. La ponderación de Maupassant va consignando en esas cortas todo el artificio en muchas ocasiones con la ridiculez rayana que encerraban las proclamas del pontífice casi universalmente acatado: «¿Qué me dice usted de Zola?– escribe Maupassant a Flaubert. – A mi parecer, está loco de remate. » Esta consideración le sugiere a Maupassant la lectura del folleto «La República y la Literatura», en que el escritor de los «Rougon» afirmaba que la república había de ser naturalista., si es que tenía interés en subsistir y perdurar. En el propio folleto Zola afirmabas que él era un sabio, y no otra cosa distinta, y todo ello por haber estudiado con alguna lucidez predominantemente lírica el libro de Claudio Bernard sobre «La ciencia experimental».

Estas cartas del gran maestro revelan, como ocurrió con la publicación de la correspondencia de Merimée, que el corazón de Maupassant albergaba grandes caudales de ternura. Los delicados sentimientos que los matizan contrastan con la forma ruda de las narraciones y las novelas cortas. Los documentos de carácter íntimo hasta ahora conocidos del maestro nos le presentaban como un hombre semejante – por la frialdad y la impasibilidad – a muchos de los personajes que había creado.

Las cartas de Maupassant a Flaubert destruyen el concepto antiguo. Una de ellas, sin embargo, escrita acaso en época cercana a la de su perturbación mental, consigna su poco amor a la humanidad a causa de sus tremendas imperfecciones. El escritor lamenta en ella no haber sido un gran satírico demoledor, un irónico feroz al modo de Aristófanes, Luciano o Rabelais.

Y en efecto, muchos fragmentos de sus obras revelan que no le hubiesen faltado facultades ni medios para tanto.

 

Publicado en El Imparcial el 2 de diciembre de 1907

Fuente y propiedad: Hemeroteca Nacional (BNE)

Digitalizado en el presente formato por J. M. Ramos González para

http://www.iesxunqueira1.com/maupassant