EL HADA VERDE

(Crónica) 

La lucha contra el alcoholismo va revistiendo los caracteres de cruzada universal.
Pero con ella ocurre lo que en las guerras acontece: son muchas las peripecias inesperadas que no predecían los tratados tácticos.
        En ese combate por la buena causa hay muchos adversarios de mala fe detrás de los combatientes leales. En muchos casos hasta los mismos legisladores están resueltamente de parte del alcoholismo; es indudable que el sufragio universal encuentra un auxiliar poderoso en los efectos diversos que el alcohol engendra en el cerebro del hombre.
        Varios políticos franceses acaban de emprender una campaña que, entre otras cosas, ofrece la particularidad de haber agrupado a hombres de las opiniones más opuestas para atenuar el envenenamiento por el alcohol. Conforme a una ley de 1880 se establece en toda Francia y sus colonias completa libertad para abrir despachos de bebidas. Quince años después de aprobada esa ley, en el de 1895, un diputado, conocido por sus iniciativas humanitarias, sometió al Parlamento una proposición con el designio de llegar a la derogación de esa ley. Ahora ha vuelto de nuevo a trabajar en pro del mismo fin.
         En punto a expendedurías de bebidas alcohólicas en Francia, las últimas cifras que las estadísticas manifiestan son muy poco tranquilizadoras para quien no tenga una fe ardorosa en la victoria definitiva del bien, con arreglo a los principios eternos de la justicia inmanente.
        Existen hoy en Francia muy cerca de 470 mil establecimientos de bebidas. Este número va en aumento de año en año, en una progresión aterradoramente regular. De 424.500 en 1875, han subido a la cifra apuntada, con un aumento de 45.500 en el transcurso de diez años. Un periódico afirma que si las Cámaras no intervienen eficazmente para cortar el abuso, el comercio del veneno en pequeñas dosis llegará muy pronto a contar medio millón de establecimientos.
        La estrecha alianza del alcohol con el sufragio hace sospechar a los más previsores que los representantes del pueblo mostrarán cierta timidez en acoger la proposición del diputado, que espera remediar el mal por virtud de la eficacia de las leyes restrictivas.
         Anulando la de 1880 imaginan algunos realizar una verdadera empresa salvadora. Para ello se fundan en que el número de establecimientos guarda relación directa con la cantidad de alcohol que se consume, y de esta suerte los dos litros 30 por habitante, según las estadísticas del año 70, se han convertido en cuatro litros siete en 1898.
        Los partidarios del buen éxito en la aplicación de leyes prohibitivas se fundamentan en la máxima de que el peligro desaparece o se atenúa evitando la ocasión de caer en sus redes engañadoras. Pero la verdad de ese principio no siempre resulta comprobada con la experiencia, y menos en Francia que en otras partes, por ser allí incontrovertible el dicho de que «qui a bu boira».
          Acaso fuera de resultados mucho más prácticos e inmediatos para extirpar la inclinación o disminuir la endiablada «fée verte» como llaman al ajenjo en términos perifrásicos, distribuir entre sus adeptos copiosas tiradas de los cuentos en que Maupassant presentó tipos alcoholizados, como aquel «Toine»[1], el tabernero inutilizado por «alternar sin medida con sus clientes», y de quien su mujer acertó a sacar un partido tan sorprendente en medio de la postración física que padecía.

 

 Publicado en El Heraldo de Madrid el 11 de febrero de 1907
Fuente y propiedad: Hemeroteca Nacional (BNE)
Digitalizado en el presente formato por J.M. Ramos González para
http://www.iesxunqueira1.com/maupassant

[1] Toine. Guy de Maupassant. Uno de los pocos cuentos humorísticos de este autor. (Nota de J.M. Ramos)