El Imparcial, 24 de octubre de 1905

 

MAUPASSANT

 

El cuentista maravilloso que producía obras maestras con igual facilidad que los manzanos ostentan este fruto, según la expresión de Julio Lemaitre, era un artista de extraordinaria facultades, ante cuya obra los censores más severos y descontentadizos se inclinan sumisos y respetuosos.

Donde los cuentistas del Renacimiento, desde Lafontaine, el poeta y el narrador ingenuo y delicioso, las letras francesas no se habían visto engalanadas con un escritor cuyas obras reflejaran al hombre y a la naturaleza que le circunda con una sobriedad y con arte tan consumado, tan natural y tan subyugante.

Maupassant, discípulo del gran Flaubert, aventajó a su maestro en el arte supremo de presentar los personajes como en la vida se nos ofrecen, sin la envoltura del estilo literario, procedimiento que constituye la mayor perfección, el ideal de los ideales a que puede tocar quier, mediante la palabra impresa, quiere hacer llegar a los demás sus visiones, sus emociones y sus ideas.

Si el cuentistas y el novelista subyugan al lector, que ser rinde viendo a la naturaleza desfilar por las páginas que recorre Maupassant, escritor de viajes, constituye un conjunto de asombros insuperables.

Las torturas de la humanidad hermanadas con la naturaleza impasible y serena, se albergan en cada libro de este singular autor. Nadie ha escrito, ni pintado, ni llevado al alma de sus semejantes el santo horror de la guerra como Maupassant es su libro “Sur l’eau”; y es imposible que los congresistas de la Haya ganen más adeptos con su labor de los que el gran artista conquistó con su magno libro.

 

 

Publicado en El Imparcial el 24 de octubre de 1905

Fuente y propiedad: Hemeroteca Nacional (BNE)

Digitalizado en el presente formato por J.M. Ramos para

http://www.iesxunqueira1.com/maupassant