APOLO: «La estrella del Olympia».

 

«Boule de suif» – Bola de sebo – es, sin duda el mejor de todos los cuentos que se han escrito, como es «La Gioconda» el mejor de todos los retratos que se han pintado. Considerar esto, lectores, y pensad en seguida, procurando no enloquecer de terror, qué tal quedaría la maravillosa pintura de Leonardo da Vinci si, a fin de adaptarla a la venerable representación del bendito San Roque, se cubriesen su tersa frente con las alas de un sombrero redondo, su ebúrneo descote con la esclavina de un ayal peregrino, al óvalo purísimo de su rostro con una larga barba y la divina sonrisa de sus labios con un bien poblado bigote. Pues bueno, mejor dicho, pues malo, así, ni más ni menos, ha quedado la primorosa narración de Guy de Maupassant adaptada al teatro en forma de zarzuela del género chico.

«La estrella del Olympia» es «Bola de sebo», convertidos el ambiente seco y gris de la invasión prusiana en el ambiente fofo y abigarrado de la restauración borbónica, los tipos precisos y acusados en tipos fantásticos y sin relieve, los primores de estilo y las profundidades de intención en retruécanos y astracanadas, y el desenlace desolador y agobiante en un final optimista y cursilón.

Y además, ¡música! Una música del maestro Calleja, bonitilla, retozona y alegre, ¡ole ya!, para mayor escarnio.

Sin embargo, tiene tantas y tan grandes bellezas «Bola de sebo» que algunas se pudieron apreciar todavía en «La estrella del Olympia» –trama ingeniosísima, situaciones originales, rasgos de humoría no fuertes–, y el público las aplaudió.

Estos aplausos, al terminar la obra, fueron acompañados de llamadas al autor, y como Maupassant se ha muerto hace muchos años, y como si no se hubiera muerto antes se habría matado anoche, pues, claro está, no salió. Pero en sus sustitución salió el señor Arniches, a quien se debe –¡muchísimas gracias, D. Carlos!– el arreglito.

La interpretación de la obra correspondió a la adaptación. Las señoras Iglesias, Leonis, Moreu y Sobejano, y los señores Ortas, Gorié, Rufart, Pino, Valero y Román cumplieron bien como intérpretes de los personajes de «La estrella del Olympia». Y esto es un mérito, pues al cabo esa era la obra que estaban encargados de interpretar. Maupassant, que se sepa, no encargó a nadie que interpretase los personajes de «Bola de sebo».

La presentación, lujosa

Eledeo

 

Publicado en El Liberal, el 24 de diciembre de 1915.

Fuente y propiedad: Hemeroteca Nacional (BNE)

Digitalizado en el presente formato por José M. Ramos para

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