El País, 4 de julio de 2009
MAUPASSANT, UN VERDADERO ROMANO
El texto del Alberto Savinio sobre el conteur francés por excelencia,
puntuado por 101 aleatorias y geniales notas que van completando el atípico
dibujo de su vida y obra, es un ensayo-divagación abierto a todos los vientos de
la inteligencia .
Hacia el final de este memorable libro de Alberto
Savinio, vemos a Maupassant envuelto en el aire fresco y luminoso de una mañana
extraordinaria, pero rodeado a la vez por el oscuro anillo de su niebla
personal. Se reafirma la evidencia de que hay dos Maupassants y dos voluntades.
El escritor ha empezado a afeitarse en su cuarto de baño, pero ve cómo, de vez
en cuando, el otro le desvía la mano.
Afeitarse -comenta Savinio- debe de ser ciertamente una
ardua operación para alguien en quien cohabitan dos voluntades distintas y no
puede contar todavía con la ayuda que podría prestarle una maquinilla mecánica,
que desgraciadamente todavía no ha sido inventada. Y es que el otro -el doble,
el inquilino negro que se ha apoderado de Maupassant- hace lo imposible para que
quien se está afeitando termine por matarse ante el espejo. Es un inquilino
incómodo y el centro mismo del iconoclasta retrato biográfico que nos presenta
Savinio en Maupassant y "el otro", libro de 1944, un ensayo narrativo tan
divertido como irreverente y agudísimo, una especie de ensayo-divagación,
puntuado por 101 aleatorias y geniales notas, que van completando el atípico
dibujo de la vida y obra del conteur francés por excelencia.
Ya la misma nota que comenta el epígrafe que abre el
libro -la sentenciosa definición de Nietzsche: "Maupassant, un verdadero
romano"- es de antología. En ella, Savinio se ríe de la tendencia a poner
epígrafes que den seriedad y sentido a los libros y se ríe de sí mismo, que ha
elegido la grave y pomposa definición nietzscheana para iniciar su ensayo
narrativo: "No bromeo lo más mínimo si digo que la definición de Nietzsche
ilumina efectivamente la figura de Maupassant. Y quisiera añadir: la ilumina
mediante el absurdo. La ilumina tanto mejor en cuanto no se sabe qué es lo que
Nietzsche ha querido decir llamando romano a Maupassant, y quizá después de todo
no ha querido decir nada, como ocurre a menudo con Nietzsche. Pero ¿me entenderá
el lector si digo que cuanto más se dice es no diciendo nada?".
En efecto, tenemos la impresión de que la absurda, la
inane definición de Nietzsche ha atraído de golpe nuestra atención hacia la
figura de Maupassant con más fuerza que una definición exacta, que una
definición profunda. Eso es lo que quiere indicarnos la nota erudita y burlona:
cuanto más disparatada o imperfecta la escritura, más resquicios abre para
nuevas aventuras del lenguaje. De hecho, ninguna de las 101 notas es
menospreciable, y más teniendo en cuenta que alguna de ellas propone una
hilarante comprensión de la figura de Maupassant a través de lo descabezado,
irracional, excesivo. La sensación es que al final del libro, a pesar de la
colección de absurdos que resume su vida, conocemos mucho mejor al autor
francés. Y da igual que no hayamos entendido mucho, pues a fin de cuentas hemos
recuperado aquel placer que descubrimos en nuestra primera juventud, cuando
veíamos películas de las que no entendíamos el idioma. "El canto más bello es
siempre el de una lengua desconocida", nos recuerda Savinio.
Las notas, además, son una fuente de sabiduría cordial.
En la 88, por ejemplo, después de haber glosado, con aparente seriedad, lo poco
que a Maupassant le entusiasmaban los elogios de la gente de las letras y lo
mucho que prefería los de la gente sencilla, se da cuenta Savinio de que no ha
glosado más que un famoso tópico creado alrededor de su personaje y dice: "Así
escriben los biógrafos de Maupassant, pero nosotros no nos dejamos engañar por
semejantes coqueterías". Se concentra en esa frase misma parte de la tarea que
está llevando a cabo en el libro: una pulverización de las monografías
académicas y de los lugares comunes que éstas crean en torno a los grandes
autores.
Maupassant y "el otro" es un ensayo-divagación
(anterior, por cierto, al ensayo narrado que oficialmente inventara el
posmodernismo), abierto a todos los vientos de la inteligencia. Cuando lo leí en
1983, el año en que se publicó en España, me descubrió un tipo de estructura muy
libre que había visto o intuido en otros libros (en el que escribiera Dalí sobre
el Ángelus de Millet, por ejemplo), pero que aquí se me presentó con toda la
máxima grandeza: improvisaciones casi jazzísticas, derivaciones de todo tipo en
torno a un tema aparentemente central, que en realidad sólo eran un pretexto
-como Maupassant para Savinio- para lo que verdaderamente interesaba: una prosa
vagabunda.
Recuerdo el deslumbramiento ante la brillantez de los
comentarios que escapaban a cualquier seriedad académica y mi consiguiente
descubrimiento del portatilismo, o, si se prefiere, de la levedad (que aún no
había entronizado Calvino en sus Seis propuestas para el próximo Milenio), un
descubrimiento que acabaría infiltrándose en aquellos mismos días en mi obra.
"La inmortalidad -decía Savinio acerca de Maupassant- es de los hombres ligeros,
porque sólo los hombres sin peso sobreviven, sólo ellos no son abatidos por la
lucha (...) La morenez, incluso en sus formas más atenuadas, conduce a la
ligereza. Es extraño: la gravedad va ligada a lo rubio...".
La gratuidad al considerar a todos los rubios como unos
pesados me dejó huella y unas divertidas convicciones contra la gravedad y todos
sus derivados: la testarudez, la estrechez de miras, el anclaje en los
principios más férreos. Desde entonces y a pesar del mito de los ángeles rubios,
nunca puedo deslindar a los rubios de la criminal idea de que jamás serán
portátiles, jamás ligeros, leves o, simplemente, aéreos.
Espero que algún día alguien entre nosotros decida
reeditar este ensayo inmensamente imaginativo, Maupassant y "el otro", hoy
seguramente descatalogado. Si Borges inventó el siglo pasado un género nuevo -la
reseña de libros inventados-, no sería de extrañar que el nuevo siglo, a la
vista del culto abrumador y exclusivo a cuatro best sellers de pacotilla que no
dejan respirar a las obras de arte, acabe inventando desesperadamente, si no lo
ha hecho ya, el género de las reseñas de libros descatalogados: libros como
Maupassant y "el otro", brillante trabajo de Alberto Savinio, hermano menor de
Giorgio De Chirico y autor también de, por ejemplo, una impagable Nueva
Enciclopedia, otro libro hoy fantasmagórico.
En ningún escritor de su época como en Savinio los
combates de las grandes vanguardias aparecen tan asimilados como un momento más
de la tradición. Al practicar una especie de presurrealismo de raíces
neoclásicas -en cierto sentido comparable a la pintura metafísica de su hermano
mayor- se adelantó a autores de hoy rabiosamente contemporáneos, autores que se
agarran con lucidez a la tradición, pero también se oponen a ella; escritores
que, por un lado, son filosóficos y, por el otro, insolentes y vanguardistas, y
tratan, en difícil pero alcanzable equilibrio, de pertenecer tanto al centro
como a la marginalidad.
Resulta especialmente trágico y al mismo tiempo
desternillante el tratamiento que da Savinio a los episodios de la vida de
Maupassant marcados por la aparición de aquel inquilino negro que le molestaba
al afeitarse y que acabó llevándole al ridículo primero -cuando empezó
Maupassant a decir que veía insectos que lanzaban a una gran distancia chorros
de morfina, o como cuando le escribió al papa León XIII sugiriéndole la
construcción de tumbas de lujo en cuyo interior hubiera agua caliente para los
que nacieron para ser inmortales-, y finalmente a la perdición, cuando el
inquilino quiso dictarle lo que tenía que escribir y hasta le dictó cómo se
tenía que matar sin matarse. Resulta admirable cómo, habiendo alcanzado ya las
grandes cimas de la locura, el propio Maupassant, con la ayuda de su inquilino,
pidió para él mismo una camisa de fuerza. La pidió como quien dice: "Camarero,
una cerveza". Murió unos días después, aunque para nosotros, dice Savinio, murió
en el momento mismo en que pidió la camisa. Un verdadero romano. Le esperaba una
tumba de lujo. Sin agua caliente.
ENRIQUE VILA-MATAS
Fuente y propiedad de texto e imagen: El Pais : http:www.elpais.com
Digitalizado en el presente formato por J.M. Ramos para http://www.iesxunqueira1.com/maupassant