El Regional. 29 de julio de 1893

 

RECUERDOS DE MAUPASSANT

 

El 7 de enero de 1892 se supo que Guy de Maupassant, que residía en Cannes, había intentado suicidarse en un acceso de delirio. A los pocos días el doctor Cazalis y el editor Ollendorff, sus fieles amigos, le condujeron al manicomio del doctor Blanche, donde ha muerto.

Desde hace dos años el pobre Maupassant no podía escribir. Padecía desarreglos gástricos y una neurosis, en gran parte causada, según decía su médico, por el abuso de ejercicios físicos. Este estado de su salud le había obligado a tomar muchas drogas y esta medicación excesiva determinaron los primeros desarreglos cerebrales.

Se manifestaron estos al comienzo bajo la forma de ideas fijas, que en nada impedían la ordinaria lucidez del escritor. Él se había persuadido, por ejemplo, de que el tratamiento antifiloxérico de las viñas envenenaba el racimo, y que sus dolores intestinales provenían de esto.

– No comáis nunca uvas – decía a sus amigos; – es un fruto envenenado.

Su médico le había ordenado duchas nasales de agua salada, y bien pronto le dominó la idea de que estaba saturado de sal, y que este le causaba grave daño.

Un día en Cannes suplicó al doctor Daremberg analizara su saliva.

–Veréis como no me engaño – le decía: – Mi saliva es salada.

Estos fueron los primeros síntomas del mal que debía acabar con su vida.

Durante los seis primeros meses de su estancia en la casa de salud del doctor Blanche tuvo instantes de relativa lucidez. Sabía donde estaba encerrado y se lamentaba de ello. Reconocía a todos sus amigos y hablaba con ellos cuerdamente.

Vino después la parálisis general y los delirios fueron más frecuentes. Por último se tuvo que recurrir a la sonda para alimentar al pobre enfermo.

Finalmente sobrevinieron los signos precursores de la muerte. En estas últimas semanas llegó a un estado constante de desesperación. Cinco días antes de la muerte estalló la cuarta crisis, en la que sucumbió.

 

***

El ilustre escritor no deja ninguna obra inédita. Olendorff, su amigo más íntimo tiene todos sus papeles.

En ellos no se ha encontrado más que un capítulo del Angelus, Ame etrangere, y el comienzo de un cuento.

Los demás manuscritos no tienen gran interés. Son obras de la primera juventud, algunas comedias en verso que Maupassant había compuesto como ejercicios literarios, y que Flaubert había condenado. Maupassant guardaba estos manuscritos como recuerdo.

La fortuna que Maupassant deja no es considerable. Circuló hace poco tiempo el rumor de que el gran novelista vegetaba en una situación muy precaria, pero esto es absolutamente inexacto. Sus obras le aseguraban una buena renta.

Maupassant ha sido, como la mayoría de los escritores y artistas, un hombre generoso, imprevisor y manirroto. El arte de economizar no existía para él.

Sus aficiones de sport, y los viajes que hizo, le obligaron a gastar mucho dinero. Todos los franceses conocían su casa de Cannes, su villa de Etretat, La Guillette y su querido yacht Bel Ami, que ha sido vendido hace poco en muy bajo precio. Claro es que de este modo gastaba sin gran esfuerzo los 60.000 francos que su pluma le producía.

Maupassant escribió un día que tres cosas deshonran a un hombre: La Academia, condecoración y la Revista de Ambos Mundos.

Cuando fue llevado al manicomio estaba a punto de ser académico y condecorado.

Con la Revista de Ambos Mundos habíase también reconciliado, dándole a publicar esa hermosa novela titulada Nuestro corazón.

¡Pobre Maupassant, ido a la tumba sin deshonrarse en la Academia, como él decía!

 

 

 Publicado en El Regional. Diario de Lugo, 29 de julio de 1893.

Digitalizado en el presente formato por José Manuel Ramos González para

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