Revista contemporánea. Julio - Diciembre 1903

 

GUY DE MAUPASSANT

 

ELEGIA

 

¡Oh, brumas cenicientas del Secuana!

¿Por qué venís a la presencia mía

y con siniestro hechizo

haceisme contemplar la caravana

de aquellas nubes de color plomizo?

¿Por qué la gran Luetecia,

como la antigua Roma en culpas grande,

gime, llora, delira

sin encontrar consuelo,

cuando indecisa, torpe y vaga mira

los tormentosos vórtices del cielo?...

Ya lo sé. Ya me pone

de Weimar el diablillo en el secreto;

escuchad: es un fúnebre terceto

que entonan al compás de vil fagot

Schopenhauer, Buchner, Maleschott.

Toman asiento en el luctuoso escaño

Tolstoi e Ibsen, Turguenef y Zola;

remóntase del túmulo

el penacho hasta el alta crestería

con tan soberbia y elevada hechura

que de Eiffel el ingenio envidiaría.

La capilla evangélica se adorna

con feble cartón-piedra en que se labra

mil gnomos embriagados,

que danzan simulando una macabra;

y afuera, más arriba

de la arcilla y la escoria,

donde tienen los númenes su trono,

y el genio encuentra el nimbo de la gloria

y el infinito Juez muestra su dedo,

dejan ver la silueta redivida

Mendoza, Scoth, Cervantes y Quevedo.

Ha muerto; fue sin duda

del fin de siglo inextinguible flama;

Caliope ha de llevarle

hasta el eterno templo de la Fama.

 

De querubín y de hombre

sentía el muerto ilustre el atavismo,

al lector arrastraba al hipnotismo

o a una nueva liturgia le impelía

desde el altar de docta psiquiatría.

Rico, noble, agraciado,

oriundo de la fértil Normandía,

en el sport y el lujo amamantado,

destrozó femeniles corazones

cuando en el río parisién remaba

o en su high opulento navegaba.

Asi de la high-life tantas mujeres

y los mil refinados

exóticos placeres

y el éter y el ajenjo y la morfina,

llevándole a neurótico martirio,

su médula minando y cerebelo,

finaba en una jaula su delirio.

Mas si el operador aquel fenece,

evidente y seguro

es que la obra de Guido no perece.

Al niño en la vigésima centuria

veréis apacentarse

en el alumno de Flaubert querido;

tal vez, el silabeo y la canturia

en la escuela de párvulos mañana

a un Fleury y a un Catón nuevos se apliquen

a aquel que mejoró La bestia humana,

al que halló sitibundo

su Aretusa en La tèrre, su Circe en Nana,

a aquel titán que, deificando al mundo

en las veladas de Medán, trazaba,

cual el hijo de Alcmena por el cielo

lácteo camino con la ingente clava,

la gran vía de fango por el suelo.

 

ENRIQUE PRÚGENT

 

 

Publicado en La Revista Contemporánea    nº julio-diciembre 1903.

Fuente y Propiedad: Hemeroteca Nacional (BNE)

Digitalizado en el presente formato por J.M. Ramos para http://www.iesxunqueira1.com/maupassant