La Vanguardia, 15 de febrero de 1893

 

La Vanguardia, 10 de julio de 1893

 

Guy de Maupassant

 

No nos ha sorprendido en verdad la triste nueva del fallecimiento del gran novelista francés, ocurrida hace tres días.

La muerte de Guy de Maupassant estaba descontada desde que hace algunos meses perdió el insigne escritor sus clarísimas facultades intelectuales y fue encerrado por su familia en un manicomio.

La ciencia desesperó de salvarle y le dio por fenecido desde luego para las letras, y en no lejana fecha para sus deudos amigos.

Y el vaticinio se ha cumplido en todas sus partes, sumiendo en el mayor desconsuelo a cuantos admiraban el maravilloso talento del narrador incomparable y consideraban al artista como una de las más preclaras glorias de la literatura francesa contemporánea.

Enrique Renato Alberto Guido de Maupassant, nació en el castillo de Miromesnil (Sena inferior) el 5 de agosto de 1850.

Fue sobrino y el mejor discípulo de Gustavo Flaubert, sobre el cual publico en la Revue Bleu un notable y muy luminoso estudio, que llamó con justicia la atención general.

Pero la verdadera entrada de Guy de Maupassant en el campo literario se remonta al año de 1880, en cuya época figuró como colaborador en las famosas Soirées de Médan, para las que escribió el curioso episodio de la ocupación prusiana en Normandía, que lleva por título Boule de suif.

Resplandecen ya en estas primeras páginas todas las grandes condiciones de escritor que le adornaban, pudiendo asegurarse que la citada obra, a pesar de lo escabroso de su asunto, quedará como una de las mejores que han brotado de su pluma.

Aquel mismo año publicó una colección de poesías que contiene excelentes e inspiradas composiciones, y desde entonces permaneció siempre en la brecha, dando cada día nuevas pruebas del vigoroso poder de su fantasía creadora y del amor al trabajo que de c continuo dominaba su espíritu.

Hasta el funesto instante en que perdió la razón, no cesó de escribir en periódicos y revistas, y de dar a la estampa las novelas y cuentos que tan altísima reputación le granjearon dentro y fuera de su patria.

Testimonio de ello son la Maison Tellier, colección de novelas cortas que pueden ser consideradas como tantas otras obras maestras, pero cuyos resbaladizos argumentos se resisten al análisis; Mademoiselle Fifi; Contes de la Bécasse,; Clair de lune; Une vie; Au soleil; Les sours (sic) Rondoli; Bel Ami; Yvette; Contes du jour et de la Nuit; Miss Harriett; Contes et nouvelles; La petitte Roque; Monsieur Parent; Toine, Contes chosis; Mont-Oriol; Le Horla; Pierre et Jean; Sur l’eau, relato de un viaje hecho por el autor a bordo de su yate Bel Ami, por la costa del Mediterráneo; Le Rosier de Madame Husson; Le main gauche y Fort comme la mort.

Guy de Maupassant ha colaborado en el Gaulois, en el Gil Blas, en el Echo de Paris, donde han visto la luz la mayor parte de sus novelas y cuentos, antes de ser coleccionados en la Nouvelle Revue y en la Revue Bleu.

En esta última publicó, entre otras obras, un pintoresco relato de sus impresiones de un viaje a Argelia, en las fronteras del Sahara.

Ocioso es consignar que casi todos estos libros han sido traducidos a infinidad de idiomas, contribuyendo a su difusión a propagar por Europa y América la gloriosa fama de quien los concibiera, dándoles admirable y maravillosa forma literaria.

 

 

Publicado en La Vanguardia. Edición del lunes. 10 de julio de 1893

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