La Vanguardia, 29 de agosto de 1959

UNA COLABORACIÓN MEMORABLE

    Acaso la colaboración más sensacional de la Historia de la literatura sea la que constituye el tema de este artículo. Se trata de una anécdota escasamente conocida y digna de recordación. Cinco escritores eminentes del silgo pasado-nada menos que Dickens, Maupassant, Edmundo de Goncourt, Zola y Alfonso Daudet - tenían gran intimidad, exenta de los recelos y antipatías que casi siempre acompañan a los que cultivan el mismo oficio. Durante mucho tiempo habitaron juntos una especie de falansterio en Issy-les-Moulinaux, donde cambiaban impresiones, comentaban la actualidad literaria, daban pruebas, en fin, de cordialidad y trato amistoso. De allí salieron obras de fama mundial como «Germinal», «Oliverio Twist», «Una vida», «Germinia Lacertaux», «Safo» y algunas otras.
    El primero en desertar del falansterio y también de este mundo fue Guido de Maupassant, muerto en plena floración de su genio. Más que sus novelas, que fueron pocas, aunque admirables, asombran sus cuentos, que no han sido superados por nadie. El cuento es uno de los géneros literarios más difíciles, y Maupassant dio la fórmula definitiva para su confección. Son perfectos muchos de los que escribió, y todos llevan su marchamo inconfundible. A ellos debe su fama imperecedera, de la que gozó ampliamente en vida.
    El vino y el amor acabaron con su robusta naturaleza. Pero antes de sucumbir, padeció algo más horrible que la muerte: la pérdida de la razón. Empezó sufriendo extrañas alucinaciones: a veces, cuando escribía, veía entrar en su despacho a un individuo que se sentaba frente a él y le dictaba un fragmento de la novela que tenía entre manos. Quiso echarle de allí; pero advierte entonces que el intruso era él mismo, desdoblado de misteriosa manera. Pronto fue a parar a la «Maison Blanche», el manicomio de Passy, cercano a Paris. Y de allí, al cementerio.
    Los cuatro amigos supervivientes le lloraron con sinceridad y revisaron sus carpetas, por si en ellas había algo aprovechable. ¡Y tanto que había! Una cuartilla, verdadera reliquia, que les produjo asombro. Era el plan de una novela que no tuvo tiempo de escribir. ¿Qué mejor homenaje a la memoria del ilustre finado que ampliar ellos, sus amigos, el plan trazado por el gran novelista? El esquema constaba exactamente de cuatro partes: Carlos Dickens escribirá la primera; Edmundo de Goncourt, la segunda; Emilio Zola, la tercera, y Alfonso Daudet, la cuarta. La obra tenía que resultar maravillosa. He aquí el contenido de la cuartilla trazada por Maupassant:
    I. Un empleadillo (Loisel). Su mujer quiere ir al baile. No tiene alhajas. Una amiga suya muy rica, se las prestará. ¿Por qué no pedírselas? La amiga (señora Forestier), es complaciente. Se las presta.
    II La «toilette». El baile. Los hombros. Por qué esta oculta (como en casa de la condesa de G...) ¡Éxito! Partida al rayar el día.
    III. Vuelta a casa. ¡El aderezo se ha perdido! ¿Cómo devolverlo? Comprando otro semejante (40.000). Naturalmente, pagarés, letras, deudas, ruina progresiva. Existencia pobre.
    IV. Diez años después. Encuentro con la señora Forestier. (No se habían vuelto a ver.) Asombro; ¡qué cambiada está usted!, etcétera. La señora Loisel lo cuenta todo. Por no quedar mal con ella, se han arruinado. Emoción de la señora Forestier: «Pero, mi pobre Matilde, el aderezo era falso. Una buena imitación, nada más. ¡Valdría, a lo sumo, quinientos francos!» Conclusión ¿Conclusión?)
    Hasta aquí la cuartilla de Maupassant con el esquema, realmente maravilloso. Dan ganas de ponerse a escribir sobre una pauta semejante. Esto mismo es lo que hicieron los cuatro supervivientes, poniendo alma y vida en sus trabajos respectivos, que terminaron pronto y bien.
    ¿Bien...? Esto es lo que no puede decirse. Por absurdo que parezca, la novela resultó un mazacote insoportable. Con decir que no encontraron editor, a pesar de haberse divulgado el episodio que motivó la obra, se comprenderá lo deleznable de esta. Arrumbadas quedaron las cuartillas, que fueron depositadas en la sección de manuscritos de la Biblioteca Nacional donde algún ratón de archivos pudo tomar la interesante referencia.

***

    Lo más curioso del caso, es que la famosa cuartilla de Maupassant no contenía el esquema de una novela, sino de un cuento; y más curioso todavía, que Maupassant había escrito y publicado ese cuento, sin que sus amigos tuviesen de ello noticia. Es uno de los mejores de su autor; se titulaba «El collar» y es lástima que no quepa en este artículo, para deleite de los lectores.
    ¿Posible moraleja? El sentido de la dimensión debe tenerse en cuenta en toda obra de arte. El tema de un cuento, al hincharlo para convertirlo en novela, puede conducir, y conduce casi siempre, al fracaso. Esto es lo que los novelistas no suelen tener en cuenta muchas veces.

AUGUSTO MARTÍNEZ OLMEDILLA

Nota del webmaster.-
Historia apócrifa la de esta colaboración que nunca tuvo lugar. No figura en ninguna de las biografías consultadas de Maupassant. En la última y monumental biografía de Marlo Johnston de 2012, Dickens no figura en el íncide onomástico de la obra y en la de Nadine Satiat, Dickens es citado de pasada una sola vez en relación con otra cuestión que nada tiene que ver con esa supuesta colaboración. Por otra parte las fechas en las que se publican las obras, no casan con un periodo de tiempo razonable para aceptar esta información. Esta historia está refutada con más pruebas en mi libro "La Ecuación Maupassant". Bohodon ediciones, Madrid 2011 (pág 169 y 170).