LA BUENA EXCUSA

Fui yo quién ha querido que ella no llevase más el corpiño porque las ballenas, a pesar del forro y la seda, martirizaban su delicada carne. Por desgracia, jamás habría creído que a causa de eso se dejaría abrazar por otros que no fueran yo, ocho o diez veces al día, por la mañana, por la tarde, ¡no importa!

Me enfadé, discutí y ella respondió: «Nada es más penoso para mi pudor, os lo aseguro, que esos frecuentes abrazos. Pero qué queréis, estoy obligada a ello; no hacía falta... (¡Fui yo quién ha querido que ella no llevase más el corpiño! porque las ballenas, a pesar de la seda y el forro, martirizaban su delicada carne.)

«... No hacía falta ordenarme quitar el continuo abrazo en el que por todas parte el busto se siente presionado; yo ya estaba tan acostumbrada a ello que, al no tenerlo más, debo reemplazarlo con la mayor frecuencia posible.» ¿Qué replicar a eso? evidentemente, tiene razón, la pobre chiquilla. ¡Fui yo quien ha querido que ella no llevase más el corpiño!

Traducción de José M. Ramos
para http://www.iesxunqueira1.com/mendes