LA CAMISA DE LA VIORNA Diáfano y ligero velo donde transparentaban dos redondeces, ¡una camisa sobre la viorna del sendero floreciente se estremece! y yo quedo sorprendido; pues de ordinario suelen ser alas de tortolitos y no camisas de jóvenes mujeres, lo que se posa en los arbolillos. Me equivoco, eso no es una tela que tiembla allí; pero ¿por qué ese fragmento de niebla matinal imita, como dos gotas de agua, diáfano y ligero velo donde se transparentan dos redondeces, una camisa sobre la viorna del sendero floreciente? La viorna me responde: «Una vez que tú la querías desvestir en la soledad, vi a tu amante guardar el supremo pudor con un podo de pálido misterio; y, puesto que mis bolas de nieve se asemejan a sus bellos senos temerosos, me sentaría bien tener como ella una camisa, bruma casi batista, ¡diáfano y ligero velo donde transparentasen dos redondeces!» Traducción de José M. Ramos |