LA CINTA NARANJA Y MALVA La cinta naranja y malva, dulce pequeña, que tenéis en lugar de liga, fui yo quien, al levantarme, la anudé a vuestra pierna, y que, antes de acostarme, la desaté, no sin rozar con un dedo la lisa blancura rosa que, por encima de la rodilla, sube y se oculta entre encajes. Desde luego, yo esperaría en la sombra, en la esquina de alguna calle desierta, y , con un puño vengador, estrangularía al fatuo, al imprudente, al canalla que hubiese rozado un solo instante la cinta naranja y malva, dulce pequeña, que vos tenéis en lugar de liga. Fui yo quien, al levantarme, la anudé a vuestra pierna, y que, antes de acostarme, la desaté. Pero vos habéis evitado, ¡oh, bonita alma sincera!, traicionar a quien os ama tan sinceramente y jamás habéis permitido una mano rival, entre los frunces de batista o de malines... ¡Es asombroso como esta noche parece anudada del mismo modo que la corbata de mi mejor amigo, la cinta naranja y malva, dulce pequeña, que vos tenéis en lugar de liga! Traducción de José M. Ramos |