GÉNESIS DE LAS ESTRELLAS En el inmenso cielo sombrío y azul, espanto y encanto del hombre, no brillaba ningún astro al comienzo de las cosas; y cuando la Anadiómena salió, blanca y de oro, de la ola, ella no habría visto a dos pasos delante de ella si sus ojos no hubiesen hecho la luz. Un poco cansada de haber nacido, se extendió sobre el arenal, y se durmió envuelta por su cabellera a la que más tarde se parecería el sol; en el inmenso cielo sombrío y azul, espanto y encanto del hombre, no brillaba ningún astro al comienzo de las cosas. Pero una ráfaga, venida de las profundidades siempre nocturnas, perturbó el sueño. Entonces, Cypris, encolerizada, se despertó; tomando a manos llenas la arena que rozó su carne y sus cabellos, ¡la lanzó hacia las tinieblas! y de repente hubo millones de estrellas en el inmenso cielo sombrío y azul, ¡espanto y encanto del hombre! Traducción de
José M. Ramos |