LA ILUSIÓN DE UNA RUBIA

¡Vuestros finos y ligeros cabellos azafranados, que cosquillean vuestra pequeña frente, tan pequeña, con una aureola de rizos, siempre los miro, siempre, con deseos locos, y, cuando vos no estáis presente, todavía puedo verlos en la oscuridad o durante el día, tan delicados, tan dorados!

Vos habéis adivinado perfectamente que me vuelvo loco por vuestros cabellos más rubios que los tabacos de Oriente, y no sin intención – pues tengo tres millones de renta – de que os acerquéis a veces a mis labios vuestros finos y ligeros cabellos azafranados, que cosquillean vuestra pequeña frente, tan pequeña, con una aureola de rizos.

Pero si he de ser honesto, no podría dejar alimentar por más tiempo, señora, una vana esperanza. Si anhelo la rubia frivolidad que nimba vuestra cabeza, es que pienso en los sueños, en los divinos sueños de oro que, que en una humareda hacia los cielos, subirían de la pipa o del fumadero donde habría mezclado, con dos gotas de opio y tres briznas de cáñamo, vuestros finos, ligeros y azafranados cabellos.

Traducción de José M. Ramos
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