INGENUIDAD

Eulalie Bisquet, más comúnmente llamada Lila Biscuit, ¡es una pequeña actriz que monta a caballo como Pentesilea1 ! Pero todos están de acuerdo al decir que es de una estupidez verdaderamente notable. Más boba que Agnes, aunque desde hace tiempo espabilada sin la inocencia, tiene la imbecilidad perfecta: sería capaz de creer que los niños se hacen por el oído, – no tenía remedio. Es Lila Biscuit quien representa el papel de Nigaudina en la última comedia del teatro del Châtelet; y no una bonita muchacha, – ella es bonita, adorable, con su boca demasiado estrecha con gruesos labios rojos, – no habría podido tener un mejor rol a su medida, puesto que consiste en atravesar la escena, en el primer acto, sobre un dragón alado, y, durante el resto de la obra, mostrar la atolondrada sonrisa de una irremediable estupidez. Por añadidura ella dejaba ver sus muslos; aunque no quería. Precisamente a causa de sus piernas, y de su bella audacia de jinete, el director del circo mundano que tiene por gimnastas a millonarios e hidalgos haciendo de payaso, le propuso participar en una de las representaciones hípicas y acrobáticas que éste ofrecía a las sociedades de hombres y a las distinguidas personas que él conocía en pases privados. Ella fue muy aplaudida, y se pavoneo, aunque, regordeta, no tenía necesidad de ese aumento. Pero cuando se anunció que tendría que montar un caballo sin silla, pareció completamente turbada: estupefacta. Miraba a las personas con bonitos ojos asustados, deliciosamente tontos. ¡No, por supuesto, no, ella no haría eso que le pedían, ella no se atrevería jamás! Le gustaban otros ejercicios, pero no ese, ¡oh¡ ¡era imposible, ni hablar!. Para decidirla, hubo que insistir mucho tiempo, asegurarle que tendría mucho éxito, repetirle que la cosa no tenia ninguna dificultad, no sería más que un juego para una amazona hábil y valiente como ella era. «¡Puesto que usted lo quiere!», dijo ella por fin, resignada, con una mirada soñadora. ¡La noche de la representación llego! La sala a reventar. Todos los deportistas y todas las románticas estaban allí, el Sr. de Verdelis se lanzó desde un trapecio al otro con la temeridad de un Léotard; pusieron sobre los hombros del conde de Valensole unas balas de cañón y unos pesos que hubiesen hecho decir a Atlas: «¡Un poco pesado!», y el Sr. de Puyroche, abigarrado como un Auriol, hizo unas gracias burlonas que causaron un gran regocijo a los más melancólicos. Luego cuando trajeron un semental negro, sin brida, bocado ni silla, de hocicos humeantes y que piafaba, Lila Biscuit, arrojó con un solo gesto la gran capa que la envolvía, apareciendo en el circo, a plena luz del gas, sin ninguna especie de vestido ni de velo, – no, ¡ni siquiera la transparencia hipócrita de una batista!– y sobre el caballo derramaron nieve y rosas! Lila Biscuit, este ángel, había comprendido: «Montar un caballo, – desnuda.» Pero nadie reclamó, pues era un espectáculo divino, esta bella muchacha extendida, sin ropa, tan blanca, sobre el negro pelaje brillante del caballo al galope, y la melena confundida con las crines.

1. En la mitología griega, Pentesilea o Pentesilia era una reina amazona. Era hija de Ares y Otrera (N. del T.)

Traducción de José M. Ramos
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