LA LIMOSNA SOÑADA

Entre los espinos de la callejuela, bajo las ramas de donde nievan las rosas, la más bella de las mendigas, con los labios color de peonía y los ojos de color azul, se acercó a mí, y, con aire muy piadoso, me dijo en voz baja:
–Vos que pasáis, tened piedad, pues hace tres días que no he amado.

¡Pensáis que me enterneció! ¡Qué le vamos a hacer!, Mésange, precisamente, acababa de reducirme a une estado tal, que la menor de las tiernas limosnas me hubiese resultado imposible, y yo consideraba con una inútil compasión, entre los espinos de la callejuela, bajo las ramas de donde nievan las rosas, a la más bella de las mendigas, con los labios color de peonía y los ojos de color azul.

Pero ella, al conocer la causa de mi involuntaria avaricia, dijo:
–¡Eh! ¡eso no importa!; decidme, lentamente, las prodigalidades a las que os brindasteis, junto a vuestra amiga, en tan perfecta indigencia, decidme lo dulces que os resultaron, como ella os lo agradeció; y, escuchándoos, con los ojos cerrados, ¡tal vez tenga la ilusión de la divina limosna, entre los espinos de la callejuela, bajo las ramas de donde nievan las rosas!

Traducción de José M. Ramos
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