EL LIS DE ORO

El lis de oro, en el misterioso pistilo rosa, el inefable lis de oro, del que vuestros fervorosos instantes han merecido por fin que les fuese revelado el perfume, no es sin duda indigno, confiesa ella enrojeciendo, de ser comparado a las cálidas flores que se entreabren bajo los rodados musgos del verano.

Pero las flores reales, por la mañana, se mojan de rocío; y él, tan lejos del día, jamás se engalana con las claras lágrimas que llora el alba, el lis de oro, en el misterioso pistilo rosa, el inefable lis de oro, del que vuestros fervorosos instantes han merecido por f in que les fuese revelado el perfume.

–Es cierto –respondí yo; sin embargo él tiene su rocío, su delicioso rocío donde se quintaesencia la calurosa intimidad de vuestros sueños; y, puesto que incluso lo que viene del cielo no vale lo que viene de vos, ningún cáliz iguala al lis de oro, en el misterioso pistilo rosa, ¡el inefable lis de oro!

Traducción de José M. Ramos
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