LA PERFECTA SEMEJANZA
La execrable y
adorada que me mata por su negativa a los goces o al exceso de las delicias, un
día que, pintor por su amor, quería hacer su retrato, dijo:
–Es muy enojoso posar derribando por el taller jarrones llenos de flores, pero
aquí tenemos unos lis que destacarían de maravilla la blancura de mi frente, y
unas rosas que son mi boca.
–Por desgracia,
no habrá sobre el lienzo – dije yo – más que una mediocre imagen de vuestro
encanto! pues las flores, querida, no son tan hermosas como vos.
–Claro que sí, claro que sí, ellas se me parecen.
Y, tristemente vi irse a la execrable y adorada que me mata por su negativa a
los goces o al exceso de las delicias, un día que, pintor por su amor, quería
hacer su retrato.
Ahora bien, en
el taller cálido y cerrado, me tumbé y me dormí en una perezosa angustia; e iba
a expirar, a causa del perfume de tantas flores abiertas, cuando ella regresó:
– Veis lo que se me parecen, ¡puesto que ellas también pueden matar! – ¡dijo
besando mi boca la execrable y adorada que me mata por las negativas a los goces
o al exceso de las delicias!
Traducción de José M. Ramos
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