EL REGALO IDÓNEO
– Esta sortija
tan preciosa, en oro bien labrado, pero cuyo engaste está vacío, os la ofrezco
como un presente por la mañana – dije yo a mi amiga al día siguiente de nuestra
primera noche de amor.
–¡Oh! ¡que bonita es! – dijo la chiquilla poniéndola en su dedo; – desde luego
es un orfebre muy hábil el que labra el metal con esas finas cinceladas. ¿Pero
no fue convenido que aquí fuese encastrado un diamante a una perla, o algún
luminoso rubí parecido a una gota de sangre roja e intensa?
– Esta sortija tan preciosa, en oro bien labrado, pero cuyo engaste está vacío,
os la ofrezco como un presente por la mañana – dije yo a mi amiga al día
siguiente de nuestra primera noche de amor. Y creedme, querida mía, que está
bien como está, pues en vuestro cuerpo, milagrosa obra maestra, bajo vuestro
seno que desafía la blancura de los mármoles más blancos que la nieve de los
lis, jamás ha latido un corazón ni por mí ni por ningún otro, ¡oh, vana
enamorada! y ese es el regalo idóneo que os debía mi gratitud entristecida, esta
sortija tan preciosa, en oro bien labrado, ¡pero cuyo engaste está vacío!
Traducción de
José M. Ramos
para http://www.iesxunqueira1.com/mendes |