EL SUICIDIO IMPOSIBLE

Me iba a ahorcar, una mañana de abril, en el gavanzo gigante cuyas silvestres rosas imitan la boca menos salvaje, por desgracia, de mi amada, tal era el deseo que me obsesionaba día y noche desde que había albergado dudas sobre la fidelidad de la muy querida.

A decir verdad, no era una fea cuerda de cáñamo la que quería ponerme al cuello; yo soñaba con una de sus ligas, cinta violeta abrochada con perlas, para ahorcarme, una mañana de abril, en el gavanzo gigante cuyas silvestres rosas imitan la boca menos salvaje, por desgracia, de mi amada.

Ayer, mientras ella todavía dormía, he hurgado aquí y allá en su cuarto de baño; pero no encontré las ligas, ni la de su pierna derecha, ni la de su pierna izquierda; ¿en casa de quién las había olvidado? y su traición me arrebató incluso la esperanza de consolarme yendo a ahorcarme, una mañana de abril, en el gavanzo gigante.

Traducción de José M. Ramos
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