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Guy de Maupassant

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A ÉMILE STRAUS
(original en francés)

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    Aix-les-Bains,
Hotel de l'Europe
20 de junio de 1890

      Mi querido amigo,
      Respondo a sus cuestiones.
      Esa nota despierta en mi memoria un vago recuerdo. Yo la escribí, ¿pero a quién? No lo sé.
      En ocasiones, como le he dicho, yo autorizaba, casi siempre por indiferencia, a los artistas a hacer mi retrato cuando me lo pidiesen. He dado siete u ocho autorizaciones, no sé a quién, lo que me importa poco. Luego esos retratos, aguafuertes, etc. - se han convertido en una cantinela. Ha acabado por exasperarme su vista en las vitrinas o en los kioscos de los periódicos ilustrados, y me he negado, desde hace dos años aproximadamente, a las reproducciones, exhibiciones o ventas de mi rostro, exceptuando las obras ya ejecutadas, y publicadas, pues no doy a esta cuestión, claro está, más que una importancia relativa. Los retratistas me agobian y mi retrato expuesto me irrita. En cuanto al Sr. Dumoulin, yo no lo conozco, no tengo ninguna idea de su figura. ¿Le he visto? Es posible. ¿Le he hablado? Es posible. Piense que en París, todas las veces que voy a una velada, me encuentro en la obligación de hacer, por presentaciones inevitables, diez, doce, quince nuevos conocidos. No soy el Bottin. Apenas entiendo los nombres, no los escucho, no los retengo, y olvido instantaneamente a esas personas. Si el Sr. Dumoulin me dice: «Hemos sido presentado el uno al otro hace dos años en tal casa», le diría: «No se lo puedo desmentir, pero no le conozco a usted del todo. Hay en realidad más de quinientas personas en el mismo caso».
      Volvamos al punto principal. No se me ha hablado nunca de mi retrato para las Soirées de Médan, e incluso en el caso en el que Charpentir, que no me ha solicitado ni por carta ni verbalmente esta autorización, la hubiese podido obtener de mi, por consideración a nuestras buenas relaciones pasadas, ¿cree usted que sea admisible que se edite y que se venda el retrato de un hombre sin habérselo sometido? Incluso si yo hubiese permitido hacer un aguafuerte mío para un libro de lujo, yo habría naturalmente reclamado la comunicación previa de las pruebas. Ahora bien, he aquí un diseñador, el Sr. Dumolin, quién me solicita, hace dos años, una autorización para hacerme un aguafuerte. Él quiere unos documentos. Yo le respondo esto: «Me es imposible responder a su petición no teniendo ni una sola fotografía buena o mala de mí. Las hay en casa Liebert, pero son detestables. No puedo sin embargo más que encargaros a él pedirle una. » 
      Si no las tengo en mi casa, es que las juzgo demasiado malas.
      ¡Ah! El fotógrafo no tiene el derecho de vender las fotografías que yo he pagado. Con mi autorización escrita, él puede ceder una. He dado entonces al Sr. Dumoulin esta autorización, advirtiéndole que el documento es detestable, insuficiente en consecuencia.
      Al cabo de dos años, sin que haya oído hablar nada nuevo al respecto, sé que mi retrato está expuesto en el Salón del Champ de Mars (Aguafuertes), y que está editado por Charpentier en una edición de lujo. Voy a ver ese retrato. Es de hecho el documento detestable por mí indicado, y del que no me acordaba. Ahora bien, después de este, he tenido excelentes fotografías con Nadar, que no dejo vender, pero que yo habría podido dar, si esto me hubiese apetecido. ¿Cómo calificar al artista a quién le es suficiente esta fotografía destestable que yo le he indicado, para ejecutar una obra que él vende a un editor, a fin de que sea a continuación revendida al público?
      Pero si se trataba de las Soirées de Médan y si yo había dado mi autorización por la desdeñosa nota que usted me comenta, ¿acaso el pintor a quién se escribe «No puedo indicarle más que una fotografía detestable» no habría debido buscarme, hacerme posar nada más que una vez, y no habría debido comunicarme a continuación que su trabajo estaba destinado a ilustrar un libro de lujo conteniendo una obra mía? No tiene sentido común. Por otra parte no tengo ningún recuerdo de su petición arrojada a la papelera en el mismo minuto, como arrojo a la papelera las peticiones de reproducción de mis cuentos y relatos en publicaciones de toda naturaleza, que me son dirigidas diariamente. Con la cantidad de trabajo que tengo, no puedo verdaderamente tomar nota de todas las respuestas amables que doy, pues siendo una de ellas la que he tenido para con el Sr. Dumoulin, no más que todas las peticiones de ayuda que me han sido dirigidas, cuyos manuscritos me son comunicados.
      Le dejo absolutamente libre, mi querido Straus, de dar a este asunto el desenlace que juzgue más apropiado. Y le estrecho cordialmente la mano.

      MAUPASSANT

      Confidencial

      Mi querido amigo,
      Haga lo que usted quiera. Si usted considera dudoso este asunto, déjelo, pues se convertirá rápidamente en una pesadez.
      La situación queda aclarada por la carta que le he escrito.
      Muy cordialmente.

      MAUPASSANT

      Tengo una buena para Charpentier. Figúrese usted -¡Oh, casualidad! - que Lapierre, el Presidente del Monumento a Flaubert, me ha escrito para preguntarme lo que él debe hacer, ya que Charpentier no ha  respondido nunca a las reclamaciones de pago de una suma recibida por el periódico ilustrado del que él fue director propietario (150 francos) y de la suma de 100 francos suscrita por él mismo.
      He rogado a Lapierre que me deje encargado de obtener este dinero. El Sr. Charpentier, editor, respeta a sus autores muertos todavía más que a los autores vivos.
      El cielo me proteja.

Traducción de José M. Ramos González para http://www.iesxunqueira1.com/maupassant


A  ÉMILE STRAUS

Aix-les-Bains,
Hôtel de l'Europe
20 juin 1890.

      Mon cher ami,
      Je réponds à vos questions.
      Ce billet éveille en ma mémoire un vague souvenir. Je l'ai écrit, mais à qui ? Je n'en sais plus rien.
      Autrefois, comme je vous l'ai dit, j'autorisais presque toujours par indifférence, les artistes à faire mon portrait quand ils me le demandaient. J'ai donné sept ou huit de ces autorisations, je ne sais plus à qui, cela m'importait peu. Puis ces portraits, eaux-fortes etc. - sont devenus une scie. J'ai fini par être exaspéré par leur vue dans les vitrines ou les kiosques des journaux illustrés, et je me suis refusé, depuis deux ans environ, aux reproductions, exhibitions ou ventes de mon visage, excepté pour les œuvres exécutées déjà, et publiées, car je n'attache à cette question, bien entendu, qu'une importance relative. Les portraituristes m'assomment et mon portrait exposé m'agace. Quant à M. Dumoulin, je ne le connais pas, je n'ai aucune idée de sa figure. L'ai-je vu ? C'est possible. Lui ai-je parlé ? C'est possible. Songez qu'à Paris, toutes les fois que je vais dans une soirée, je me trouve dans la nécessité de faire, par présentations inévitables, dix, douze, quinze connaissances nouvelles. Je ne suis pas le Bottin. J'entends à peine les noms, je ne les écoute pas, je ne les retiens point, et j'oublie instantanément ces gens. Si Monsieur Dumoulin me dit : « Nous avons été présentés l'un à l'autre il y a deux ans dans telle maison », je lui dirai : « Je ne peux vous démentir, mais je ne vous connais pas du tout. Il y a certainement plus de cinq cents personnes dans le même cas ».
      Revenons au point principal. On ne m'a jamais parlé de mon portrait pour les Soirées de Médan, et, dans le cas même où Charpentier, qui ne m'a point demandé ni par lettre ni verbalement cette autorisation, aurait pu l'obtenir de moi, par considération pour nos bonnes relations passées, croyez-vous qu'il soit admissible qu'on édite et qu'on vende le portrait d'un homme sans le lui avoir soumis ? Même si j'avais permis de faire une eau-forte de moi pour un livre de luxe, j'aurais naturellement réclamé la communication préalable des épreuves. Or, voilà un dessinateur M. Dumoulin, qui me demande, il y a deux ans, une autorisation de faire une eau-forte d'après moi. Il veut des documents. Je lui réponds ceci : « Il m'est impossible de répondre à votre demande n'ayant pas une seule photographie de moi bonne ou mauvaise. Il en existe chez Liebert, mais elles sont détestables. Je ne puis cependant que vous engager à lui en demander une. »
      Si je n'en ai pas chez moi, c'est que je les juge trop mauvaises.
      Ah ! Le photographe n'a pas le droit de vendre ces photographies que j'ai payées. Sur mon autorisation écrite il peut en céder une. J'ai donc donné à M. Dumoulin cette autorisation, en le prévenant que le document est détestable, insuffisant par conséquent.
      Au bout de deux ans, sans que j'aie de nouveau entendu parler de rien, j'apprends que mon portrait est exposé au Salon du Champ de Mars (Eaux-fortes), et qu'il est édité par Charpentier dans une édition de luxe. Je vais voir ce portrait. C'est tout à fait le document détestable signalé par moi, et dont je n'avais plus le souvenir. Or, depuis lors, j'ai eu d'excellentes photographies chez Nadar, que je ne laisse pas vendre non plus, mais que j'aurais pu donner, si cela m'avait plu. Comment qualifier l'artiste à qui suffit cette photographie détestable que je lui ai signalée, pour exécuter une œuvre qu'il vend à un éditeur, afin qu'elle soit ensuite revendue au public ?
      Mais s'il s'était agi des Soirées de Médan et si j'avais donné mon autorisation par le billet dédaigneux que vous me citez, est-ce que le peintre à qui on écrit « Je ne peux vous indiquer qu'une photographie détestable » n'aurait pas dû chercher à me voir, à me faire poser rien qu'une fois, et n'aurait pas dû ensuite me communiquer son travail destiné à illustrer un livre de luxe contenant une œuvre de moi ? Cela n'a pas le sens commun. Je n'ai d'ailleurs aucun souvenir de sa demande jetée au panier à la minute même, comme je jette au panier les demandes de reproduction de mes contes et nouvelles en des publications de toute nature, qui me sont adressées journellement. Avec la somme de travail que je fournis, je ne puis vraiment pas prendre note de toutes les complaisances que j'ai, car c'en est une que j'ai eue pour M. Dumoulin, pas plus que de toutes les demandes de secours qui me sont adressées, dont les manuscrits qui me sont communiqués.
     Je vous laisse absolument libre, mon cher Straus, de donner à cette affaire la suite que vous jugerez bonne. Et je vous serre bien cordialement la main.

      MAUPASSANT

      Confidentielle

      Mon cher ami,
     Faites ce que vous voudrez. Si vous jugez que cette affaire est douteuse, laissez-là, car elle deviendra vite embêtante.
     La situation est très nettement éclairée par la lettre que je vous écris.
     Bien cordialement.

      MAUPASSANT

      J'en ai une bonne pour Charpentier. Figurez-vous - ô hasard ! - que Lapierre, le Président du Monument Flaubert, m'écrit pour me demander ce qu'il doit faire, Charpentier n'ayant jamais répondu aux réclamations de versement d'une somme reçue par le journal illustré dont il fut directeur propriétaire (150 fr.) et de la somme de 100 francs, souscrite par lui-même.
      J'ai prié Lapierre de me laisser le soin de faire rentrer cet argent. M. Charpentier, éditeur, respecte ses auteurs morts encore plus que les auteurs vivants.
      Le ciel me protège.

Puesto en formato html por Thierry Selva:  http://maupassant.free.fr/