COQUELICOTINA

«Bésame», dijo Coquelicotin. Antes, cuando atravesaba el salón, el perrito ladró, el pequeño pequinés, ¡oh, Coquelicotina!
–¡Caramba!, dijo Coquelicotina, el caso hubiese sido grave si mi marido se hubiese despertado; pero tranquilicémonos, yo arreglaría las cosas. – «Bésame», dijo Coquelicotin.
Al día siguiente, Coquelicotina proporcionó arsénico a su marido en un merengue con mermelada de grosellas, luego dijo a la gente: «Mi marido acaba de entregar su alma cuando yo atravesaba el salón. »
Una doncella ahogó al perro; el sábado por la noche, mientras la noche con dedos de ébano cerraba las puertas de Occidente, el perrito ladró por última vez.
«Querida amiga, estás equivocada, dijo Coquelicotin, y tu conciencia ha dejado de ser pura como un mantel de altar que se limpia todas las noches. –¡No! respondió la joven, mi marido era viejo. – No lamento la ausencia de tu marido sino la del pequeño pequinés, ¡oh Coquelicotina! »

Traducción de José M. Ramos
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