Théodore de Banville: 

¡Philomèla! un nombre, una palabra tan dulce y triste a la vez, que casi provoca la idea, en efecto, de ese canto poderoso y delicioso del que se colman las noches de verano, y en el que el poeta toma prestadas notas inflamadas para hacer hablar a lo inefable y para traducir la lengua misteriosa del amor: 

Dos montes más amplios que el Hekla
Dominan la pálida tierra
Dónde mi desesperación se despierta...

 Tal es el excelente y encantador fragmento por el que se abre el libro lírico del Sr. Catulle Mendès. ¿No reconocéis de inmediato al sabio artista y al poeta de raza?

 THÉODORE DE BANVILLE
(L’Artiste, 1 de febrero de 1864)

  Octave Mirbeau :  

«La psicología literaria del Sr. Catulle Mendès, a pesar de las aparentes complicaciones que podrían suponer la diversidad de su obra, es fácilmente constatable. Se resume en una frase y en un hecho que no tienen necesidad de ser explicados, porque llevan implícitos en ellos una evidencia y una certeza. El Sr. Catulle Mendès es un poeta. Desde los Contes épiques a los amplios vuelos; desde el misterioso y metafísico Hespérus, desde los boreales esplendores y las sangrantes nieves del Soleil de minuit; desde Pagode, evocando el inmemorial enigma de las exóticas divinidades de la India agachadas entre las llamas al fondo de los templos, y completamente iluminadas de oro, donde las estrofas tienen sonoridades de gong e inquietantes ritmos de danzas sagradas; desde las risas aladas, las melancólicas sonrisas y las gracias logradas en Intermède; desde las Soirs moroses, dónde son lloradas, – ¡con qué magnífica y dolorosa tristeza! – las lasitudes, los sufrimientos, los pavores del amor y de la duda, hasta los modernos paisajes en los que la Grande Maguet erige su terrible silueta de bruja sublime, el Sr. Mendès ha creado una obra poética.
      «Poeta en sus dramas que se hinchan con un enorme soplido de epopeya; poeta en sus estudios críticos, donde evoca el alma y el prodigioso genio de Wagner; poeta en sus fantasías ligeras del día a día, armoniosas y compuestas como sonetos, en sus cuentos galantes, dónde, bajo las flores de perversidad y voluptuosidades mágicas y preciosas de los salones, hacen a veces de lo picante una ironía y de lo amargo un desencanto; poeta en sus novelas, sobre todo en Zo’har, el de los besos malditos, incluso en la Première Maîtresse, y que no teme descender al sombrío infierno contemporáneo de nuestros envilecimientos de amor, todo llega a su cerebro en sensaciones, en visiones de poeta, todo, bajo su pluma, transforma la naturaleza y el hombre en imágenes poéticas, exorbitadas y gloriosas, al igual que la leyenda y como la sueña.» 

OCTAVE MIRBEAU
(Le Figaro, 29 de junio de 1888)

 

 Saint-Georges de Bouhélier 

El Sr. Catulle Mendès me parece tan hábil, tan presto, tan prestigioso, tan rico y tan pródigo como el Théodore de Banville de las Odes Funambulesques y de Dans la fournaise. No sé en que aspecto puede ser inferior. La grandeza de los dones, el número de nociones, la finura del ritmo, la variedad de los temas, la sobreabundancia de espíritu, la gracia alerta y picante, la alegría, el frenesí, la elocuencia, la dicha, la bufonería locuaz, las profusiones de un estilo visual y sonoro, y por encima de todo la seguridad técnica, hacen del Sr. Catulle Mendès un igual al Banville de las Odes y al Gautier de los Critiques, tanto en las novelas como en los poemas.

 SAINT-GEORGES DE BOUHÉLIER.
(La Revue Naturiste, Febrero de 1900)

 Émile Zola 

El Sr. Catulle Mendès es una figura literaria muy interesante. Durante los últimos años del Imperio ha sido el centro del único grupo poético de relieve después de el gran florecimiento de 1850. Yo no le concedo el título de maestro, ni el de jefe de escuela. Se honra a sí mismo siendo el sencillo lugarteniente de los poetas, sus mayores; se inclina como ferviente discípulo ante los señores Victor Hugo, Leconte de Lisle, Théodore de Banville, y se ha esforzado ante todo por mantener la disciplina entre esos jóvenes poetas que ha sabido reunir en torno a su persona, desde hace casi quince años.
     Nada más digno además. El grupo al que se ha dado el nombre de «parnasiano» representaba en suma toda la poesía joven bajo el Segundo Imperio. Mientras los cronistas pululaban, había en un rincón de París un salón literario, el del Sr. Catulle Mendès, dónde se vivía en el amor a las letras... La pequeña capilla tal vez era una celda estrecha donde el genio francés agonizaba. Pero el amor seguía siendo el amor, y nada más bello que amar las letras, refugiarse incluso bajo tierra para adorarlas, mientras el gran público las ignora y las desdeña.
      Las teorías del Sr. Catulle Mendès son que el ideal es lo real, que la leyenda supera a la historia y que el pasado es el verdadero dominio del poeta y del novelista... 

EMILE ZOLA
(Le Bien public, Marzo de 1877)

 Anatole France 

El Sr. Catulle Mendès es un voluptuoso; pero también y sobre todo es un místico. Si en ocasiones ha soplado en el oído de Ninon secretos que la propia Ninon desconocía y que la hicieron sonrojarse hata el delicado lobulo de sus orejas, él ha cantado en Héspérus la alegría de la renuncia y anunciado el Evangelie de l’Infance de Jésus. Si hay que buscar de un modo absoluto la figura de este poeta excelente en la iconografía cristiana, yo lo solucionaría todo eligiendo esta figura de las catacumbas donde se ve el Cristo transformado en Orfeo encantando a los animales con los sones de su lira. La lira mística y mágica solamente ha entregado todos sus secretos al Sr. Catulle Mendès. Él es poeta y siempre poeta, y cuando escribe novelas, es el Apolo en el mundo de Balzac. 

ANATOLE FRANCE
(La Vie Littérarie, 1892)

 Paul Adam: 

«El talento multidisciplinar de Catulle Mendès, su ciencia extraordinaria, su milagrosa fecundidad, el conjunto de una obra gigantesca de cien rostros y su fuerza lo designan como el príncipe de los literatos vivos. Posee el don de la variedad, tan raro y tan característico del genio. La mayoría de los autores, habiendo descubierto un tema para una novela, comedia o poema, lo repiten durante veinte años y satisfacen de ese modo la rutina del gusto público con una fructuosa docilidad. Hay que tener un gran valor y un amor desenfrenado a su arte para resistirse a la tentación de repetir su gloria. Catulle Mendès tiene esa valentía que la posteridad alabará. Si ha fijado en sus novelas costumbres contemporáneas, en sus deliciosos poemas en prosa donde aparecen los más inteligentes voluptuosidades de nuestras existencias, toda el alma del ser moderno, ha vuelto a leer en sus magníficos dramas el tiempo presente en las épocas pasadas...
     «Catulle Mendès es la encarnación del arte que piensa. Un poema vale más aún que sus versos: es su vida generosa, elocuente, belicosa y apasionada, su vida que se podría considerar florentina, pensando en los superhombres del entorno de los Médicis, y que brillan en la historia como los símbolos de la alta civilización latina.»

 PAUL ADAM.
(Le Journal, 18 de marzo de 1906)

 Paul Hervieu 

Hay que tener en las venas la más pura sangre literaria para engendrar Zo’har o Grande Maguet o la Femme Enfant, ambas del admirable poeta que es el Sr. Catulle Mendès. 

PAUL HERVIEU
(Citado en l’Enquête sur l’Evolution littérarie, 1891) 

Guy de Maupassant 

A propósito de Poésies de Catulle Mendès: Es tan raro encontrar (como este) un libro que guste porque se encuentra todo lo que nos agrada, y la forma y el pensamiento, y todas esas preocupaciones de artista que muchos poetas ni siquiera sospechan.

 GUY DE MAUPASSANT.
(Carta de 1876. Citada en el Informe sobre el movimiento poético, por Catulle Mendès, página 150, del Diccionario.)

 ... El poeta de intenciones misteriosas, hermano de Edgar Poe y de Marivaux, complicado como nadie y cuya pluma, componga los versos que componga, escriba en prosa lo que escriba, es ligero y cambiante hasta el infinito. 

GUY DE MAUPASSANT
(Gil Blas, 1893.)

 Verlaine 

He recibido anteayer los tres volúmenes de vuestras Poésies completes, y acabo de volverlas a leer. Ya conocía la mayoría de esos bellos versos..., pero ¡qué placer sin par volver a encontrarme con ellos de nuevo! En cuanto a aquellos, muy raros, de los que no conocía todavía su existencia, y que datan de épocas en las que yo estaba ausente de Francia y de toda literatura, los he devorado y vuelto a devorar a bocados: ¡tan grande es esa delicia!
     Amo a la Philoméla de juventud, si puedo hablar de ese modo, también a los Sérénades y las Soirs Moroses. Admiro con todo el fervor neoparnasiano la Pagode... Hespérus es una misteriosa y luminosa obra maestra, y el Soleil de Minuit muestra tal vez la mayor fuerza con los Contes épiques.
     ¿Tendría que confesaros ahora que adoro vuestro tercer volumen, sobre todo los tan felizmente numerosos poemas de amor y dicha? Esta predilección proviene de que yo también me siento más que en medio de una carrera tan aventurada y a veces dolorosa, como una renovación de la adolescencia en este verano como el de San Martín en el que entro un poco rendido, pero lleno de buena voluntad... 

PAUL VERLAINE.
(Carta del 13 de septiembre de 1892. Citada en el Informe sobre el movimiento poético. Diccionario, p. 192).