LA HERMOSA NOCHE DE VERANO

Sobre el agua brillante como un enorme satén que se despliega, sobre los céspedes salpicados de fulgores, sobre las villas de sombríos parques adormecidos, cae una noche estrellada de un encanto infinito. Las acacias mecidas exhalan perfumes y susurrantes estremecimientos en la calidez del silencio; y allá abajo, allá abajo, no se sabe dónde, como en el fondo de un misterio, el canto de un ruiseñor vibra, aumenta, disminuye, se exaspera, y parece una encarnizada llamada hacia el doloroso y delicioso ideal. Entonces, en un sendero, bajo una pared completamente iluminada por la luna, levantando la cabeza hacia una ventana no cerrada del todo:

JULIO EL MARINO:
¡Eh! ¡Galuche!
GALUCHE:
¡Estoy aquí!
Galuche pasa por encima del quicio de la ventana, se da la vuelta y se desliza dejándose caer en el sendero. Julio el Marino lo agarra con delicadeza. Son dos delincuentes, gordos, fornidos, blancos. Se alejan. Un suave ruido de alpargatas pude oírse sobre los guijarros del sendero.
JULIO EL MARINO:
¿Listo?
GALUCHE
En dos segundos.
JULIO EL MARINO:
¿Te has hecho daño?
GALUCHE:
¡Yo no! El cuchillo.
JULIO EL MARINO:
¿Entonces?...
GALUCHE
¡Fijate! mira mis manos.
JULIO EL MARINO
¡Rojas!
GALUCHE
¡La del viejo que estaba allí!
JULIO EL MARINO
¡Vaya, vaya!
GALUCHE
¡No podía despertarse!
JULIO EL MARINO
¿Y que has encontrado?...
GALUCHE
No gran cosa. Dos sortijas, un reloj, algunas monedas de veinte francos.
JULIO EL MARINO
Siempre lo mismo. ¿Dónde has puesto las joyas y el oro?
GALUCHE
En mi bolsillo.
JULIO EL MARINO
¡Lo repartimos a medias!
GALUCHE
¡Para lo que tú has trabajado!...
JULIO EL MARINO
Yo vigilaba.
GALUCHE
¡Bueno¡ ¡bueno! ya haremos cuentas en París. Ahora larguémonos aprisa.
JULIO EL MARINO
Como quieras. Por supuesto que hombres como tú no hay muchos. Has degollado a un hombre débil y te ha afectado tanto como si vinieras de tomar un vaso. Es cierto que te quiero. Y hace tiempo. Solo tienes un defecto. Eres demasiado amable con las mujeres. Un hombre como tú debería dejar a las hembras correr detrás y pasar de ellas. No, tí, tí eres zalamero, les dices cosas bonitas, les das el dinero que has ganado.
GALUCHE
¡Soy cortés!
JULIO EL MARINO
¡No me gusta que seas amable con las mujeres!
GALUCHE
¿Qué dices?
JULIO EL MARINO
Digo...
GALUCHE
¡Tú dices que eres un imbécil y que te vas a callar!
JULIO EL MARINO
¡Bueno! ¡bueno, no te enfades! Sabes que no puedo enfadarme contigo. Te quiero demasiado, mi pequeño, te quiero demasiado... no puedo enfadarme...

Caminan en medio de la noche estrellada de un encanto infinito. Unas acacias mecidas, una lluvia de florerillas, algunas veces los rozan. Una flor se ha pegado en la sangre de uno de los dedos de Galuche; mira esa flor en la punta del dedo sangrante y ríe. También se conmueve. Se detiene un instante para oír el canto del ruiseñor. Vuelven a ponerse en camino, y es alrededor del ruido suave de las alpargatas, sobre sus formas curvadas como se apresuran codo con codo, en el encantamiento misterioso de la hermosa noche de verano.
Pero bruscamente:
GALUCHE
¡Yo no regreso a Paris.!
JULIO EL MARINO
¿Pero que te sucede? ¿Quieres dormir en el camino o en el bosque? No me importaría sino hubiese peligro,
GALUCHE
¿Y por qué tendría que haber peligro?
JULIO EL MARINO
¡Ah! ¡mira que tienes valor!
GALUCHE
Pero no es para dormir, idiota, por lo que quiero quedarme aquí.
JULIO EL MARINO
¿Por qué entonces? ¿Qué es lo que pasa?
GALUCHE
Es que quiero continuar el trabajito de antes: hay que aprovechar el momento. ¡Quiero dar otro golpe!
JULES EL MARINO
¡Galuche!
GALUCHE
¡Cállate, animal, y mira!
JULIO EL MARINO
¿Aquella ventana, en el primer piso, al otro lado de la verja?
GALUCHE
Exacto.
JULES EL MARINO
¿La que está abierta?
GALUCHE
¡Vale la pena intentarlo! Y la habitación está oscura. Allá voy.
JULIO EL MARINO
¡No es razonable! Tal vez haya perros o criados; Te atraparán y estaremos perdidos. ¡Y además dos asuntos con nocturnidad! ¡Así es como nos preparas circunstancias atenuantes!
GALUCHE
¡Lárgate campo a través, si quieres! Yo voy a trabajar.
JULIO EL MARINO
¡Vamos entonces!
GALUCHE
Hay que pasar por encima de la verja. ¡El hombro!
JULIO EL MARINO
Ya está.
GALUCHE
¡Uno! ¡dos!
JULIO EL MARINE
¿No te has roto nada?
GALUCHE
Este césped es un colchón.
JULIO EL MARIN
¿Necesitas que te ayude a escalar?
GALUCHE
No es necesario. Hay una escalera. Espérame que ahora vuelvo.
JULIO EL MARINO
Sobre todo te ruego que no te precipites. ¡Si no grita no saques el cuchillo! Se razonable. No te expongas.
GALUCHE
No, lo que va a ser divertido será el burgués cuando me vea todo negro ante él. ¡Daría diez centavos para que la vela se encendiese!

En la inefable dulzura de la noche, los céspedes salpicados de fulgores; hay mariposas nocturnas que palpitan alrededor de esos insectos de luz. El brillo del agua, lejana y que parece próxima, pone sobre todo el paisaje como la caricia de una ola invisible. El circuito de un murciélago se refleja en las alas con una trasparecía lunar. Y son susurros de hierba y despertares de pajarillos, pronto dormidos, y una caída de rama, como el abandono de una brazo demasiado cargado de dicha. Una queja se eleva, muy dulce y contrariada a la vez, se diría un arrullo de lechuza. Es un pájaro fúnebre que se desvanece o una tórtola que se degüella. Dos o tres veces, esa queja aumenta, más tierna y más desgarradora, suspira. ¿Por desgracia que hay de alegría o angustia para lamentarse así? Y el canto del ruiseñor, allá abajo, allá abajo, al fondo del misterio, invita al doloroso y delicioso ideal.

JULIO EL MARINO
¡Eh! ¡Galuche!
GALUCHE
¡Estoy aquí!

Galuche pasa por encima del borde de la ventana, se deja deslizar y cae en el jardín, atraviesa el césped, salta la verja y llega el camino.
JULIO EL MARINO
¿Está hecho?
GALUCHE
¡Puedes decir que sí!
JULES EL MARINO
¿Ha sido duro?
GALUCHE
No.
JULIO EL MARINO
¿No habrás?...
GALUCHE
¿No habré , qué?...
JULIO EL MAINO
¡El cuchillo!...
GALUCHE
No ha habido necesidad.
JULIO EL MARINO
¡Está bien! ¿Y qué has conseguido?
GALUCHE
Nada.
JULIO EL MARINO
¿No había nada?
GALUCHE
¡Claro que sí! joyas, figuritas, ¡lo que tienen los ricos! por todas partes.
JULIO EL MARINO
¿Entonces?...
GALUCHE
¡Hago lo que me da la gana! ¡Soy dueño de hacer lo que me plazca!
JULIO EL MARINO
Sí, sí. En fin, ¿un golpe fallido?
GALUCHE
¡Ah! ¡de ninguna manera!
JULIO EL MARINO
¿Por qué te ríes?
GALUCHE
¿Es que no puedo reírme?
JULIO EL MARINO
¡Claro que sí! ¡claro que sí! Vamos eso está bien, ya que contamos con lo que has encontrado en casa del viejo: las sortijas el reloj y las monedas de veinte francos.
GALUCHE
¡Por eso, amigo mío, puedes empezar a llorar!
JULIO EL MARINO
¿Cómo?
GALUCHE
¡Empezar a llorar, te digo! Ya no tengo nada. Lo he dado todo.
JULIO EL MARINO
¿Que has?...
GALUCHE
¡Una dama, y uno es cortés! Démonos prisa. Esta es la historia. Entré en la habitación. ¡Olía bien! como cuando se pasa por la calle de Enghien, ante las tiendas de perfumes. Avance a tientas. Había una lamparilla. Comencé a ver claro. Sobre unos muebles de todos los colores, sobre la chimenea, en las paredes, lucían cosas bonitas y en el fondo estaba todo blanco, como un montón de rosas blancas. ¡La cama! Avance más, abrí las manos y toque. ¡Ah! ¡caramba! ¡caramba! ¡caramba! Era seda, seda, viva. Y era redonda! ¡y era lisa! ¡y estaba fresca! Tenía miedo de estar tan contento que iba a largarme. Pero hete aquí que la dama – por supuesto me tomaba por su marido, o por su amante, – me estrechó entre sus brazos de encajes. ¿Qué es lo que hice yo? Me metí en la cama, y te prometo que si no ha quedado satisfecha es que es especialmente exigente. ¡Además gritaba como un palomo enfermo! Y no me he ido hasta que no se ha quedado dormida. Pero claro, hay que comportarse generosamente con las mujeres. Y antes de salir por la ventana, he dejado sobre la chimenea las sortijas, el reloj y las monedas de veinte francos. ¡Así no podrá decir que le he dado plantón!

Se escaparon a través del paisaje nocturno donde ya se presentía la mañana. Como el fondo de una urna antes llena de ambrosía, el ruiseñor que va a callarse desgrana sus últimas gotas de canto melancólico... ¡Ah! ¡qué radiante está de dolor y de amor, a esa hora antes del alba, la gran desesperanza del ruiseñor! Y la huida del río es un deslizamiento más claramente sonoro, como si ahora fuese el satén diáfano el que circula.
GALUCHE
¿Por que no me dices nada? ¿Tú me quieres?
JULIO EL MARINO
¿Yo?
GALUCHE
Estás enfadado porque yo he dejado allí lo que había encontrado antes.
JULIO EL MARINO
No, no , ¡yo no estoy enfadado por eso!

He aquí como han acabado de subir la ladera, y ante ellos, bajo el encantador azul del cielo todavía estrellado, se depliega toda la amplia llanura con pálidas nubes de vaho.
JULIO EL MARINO
Así que, ¿era bonita la dama?
GALUCHE
¡Eso creo!
JULIO EL MARINO
¿Y tu te has divertido?
GALUCHE
¡Hombre! ¡yo había trabajado en la otra casa! era mi recompensa.
JULIO EL MARINO
Tienes razón. ¡Tienes razón diciendo eso! Tu recompensa... Uno tiene ideas divertidas, incluso.
GALUCHE
¿Qué ideas? ¿Quien tiene ideas?
JULES EL MARINO
Yo. Es divertido, pero tengo ganas.
GALUCHE
¡Dime!
JULIO EL MARINO
Fue una buena noche la que has hecho, una auténtica noche, ¡Pues bien! me gustaría guardar algo, para recordarla...
GALUCHE
¿Algo?
JULIO EL MARINO
Hazme un regalo.
GALUCHE
Bueno, si quieres... ¿Que regalo?
JULIO EL MARINO
El Cuchillo... Ya sabes... el cuchillo... que está rojo.
GALUCHE
El cuchillo...
JULIO EL MARINO
Que tiene la sangre del viejo. Dámelo como recuerdo...
GALUCHE
Es una idea... ¡Mira que eres divertido!... Toma.
JULIO EL MARINO
¡Toma tú también!

Le hundió el cuchillo entre los hombros. Galuche cayó sin un grito. Jules el marino huyo. Y hay sobre los céspedes donde se apagaron los fulgores, sobre los grandes parques todavía dormidos, la inquietud estremecida de la noche que ya no será noche. El balanceo de las acacias exhala perfumes y estremecimientos de una calidez menos oscura. Una línea rosa, a lo lejos de la planicie blancamente iluminada, se prolonga tan delgada en el horizonte... Es el despertar de la sonrisa del los labios del oriente.

Traducción de José M. Ramos
para http://www.iesxunqueira1.com/mendes