LOS PELIGROS DE UNA BUENA EDUCACIÓN

« Puesto que vos me enseñasteis, madre, que se debe imitar en todos los aspectos a las personas bien educadas, ¿qué otra conducta habría podido seguir? – dijo la ingenua muchachita – aunque el estado en el que me veis sobre mi camita blanca y rosa haya dado lugar a asombraros inicialmente, me felicitaréis, creo, cuando sepáis como han sucedido las cosas.

« Desde el momento que entró en mi habitación, ese joven tan cortés me saludó inclinando el cuello; yo hice otro tanto. Se acercó; yo me acerque. Me preguntó por mi salud; yo me informé de la suya. Puesto que vos me enseñasteis, madre, que se debe imitar en todos los aspectos a las personas bien educadas, ¿qué otra conducta habría podido seguir? – dijo la ingenua muchachita.

« Siempre cortés, me miró a los ojos, muy cerca, tiernamente; no menos cerca le miraba yo los suyos, tan tiernamente, os lo aseguro. Corrió hacia una ventana y cerró los postigos; yo corrí hacia la otra ventana y cerré los postigos, como él. Y cuando, después de otras prendas, él hubo quitado, con un aire tan diligente, su camisa, ¿acaso podía yo hacer menos que quitar muy rápido la mía, puesto que vos me enseñasteis, madre, que se debe imitar en todos los aspectos a las personas bien educadas? »

Traducción de José M. Ramos
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