EL RONDEL BAJO LAS ACACIAS
Coelia habló.
Todos los pájaros callaron. Ella hablaba:
–Os ruego, querido amante, que me recitéis unos versos; pues el gorjeo de estas
currucas me importuna.
Ahora bien, Coelia, estaba acostada en una hamaca bajo las acacias, lentamente
mecida, de donde colgaba fuera de la chinela caída, su pie desnudo; y, como yo
veía en el bostezo de la blusa, inflarse la adolescencia de un doble pecado de
nieve donde hubiese caído el rosa un poco oblongo de dos fresas, improvisé este
rondel:
Senos flexibles y ligeros,
Senos de la hermosa sin rival,
He besado en vuestro canal
El olvido del peligro y de los duelos.
Como la flor del azahar,
Vos sois la nieve estival,
Senos flexibles sin par,
¡Senos de la bella sin rival!
Pero las mieles y dulces manjares
Que en vuestra doble punta ovalada
Mi boca prueba extasiada
Son falsos azucareros,
¡Senos flexibles y ligeros!
Coelia objetó,
girándose a medias en su bata, de donde emanaron esos perfumes que envían las
tibias rosas de julio:
– ¡Habría mucho que decir contra ese rondel! En primer lugar, es execrable.
– ¡Lo confieso!– exclamé yo.
–Además, ¿qué locura os ha hecho proclamar que hay alguna mentira en los
dulzores que yo consiento, para vos solo, no mostrándome cicatera? Vos no
ignoráis, señor, que soy la franqueza personificada, y que nunca he tenido para
con vos ninguna hipocresía.
–¡Ah! sin embargo, sí, querida alma, me habéis mentido! – le dije yo.
–¿Mentido?
–Sí, una vez.
–¿Cuando? – preguntó ella.
–Fue la otra noche... ¿No lo recordáis?...
–¡En absoluto, os lo aseguro!
Me había acercado a ella, me había arrodillado, le hablaba con el aliento más
que con la voz, en los pequeños rizos que ella tenía cerca de la oreja...
–Fue la otra noche, continué,– cuando, lleno de cólera a causa de un beso que
vos habías esperado más sutil, ¡me jurasteis cruelmente que no me amabais!
Publicado en Gil
Blas el 19 de julio de 1887
Traducción de
José M. Ramos
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